Conocí a Roberto Escobar una mañana de mayo del 97. Luis Gerardo Salas me había invitado a rescatar la frecuencia del 100.9 que, para entonces, se había perdido entre la peor música que se pudiera encontrar en la faz de la tierra. Algo muy parecido a lo que pasa ahí mismo -y por los mismos culpables-.
Veníamos de Wfm, aquella W del 96.nueva donde Martín Hernández llevaba la capitanía y Luis llevaba el corazón a partir de la apuesta musical. W se escuchaba musicalmente fresca, novedosa, distinta al RadioActivo de ese periodo donde comenzaban un Olallo Rubio acompañado de su hámster y una Ilana Sod que festejaba 20 años de música.
Pero Luis tenía como encomienda familiar rescatar una era en el 100.9 y me invitó a ser obrero de esa construcción. Al segundo día de trabajo en Radio Mil, Salas me llamó a su oficina donde estaban él y un hombre de estatura baja, trabado como por hacer un amplio trabajo con pesas y vestido con una camiseta de diseñador.
“Gonzalo”, dijo “te presentó a Roberto. Roberto, él es Gonzalo. Roberto es un antiguo colaborador. Gonzalo tiene una Virgen de Guadalupe tatuada en el pecho”.
La broma de Luis dio paso al exhibicionismo de Roberto quien, de inmediato, enseñó sus piercings en ambos pezones.
Así era Escobar. Transgresor, sorpresivo, irreverente en la forma más cruda de la palabra. Todo ello sólo como la primera piel de un ser altamente creativo, con un ojo agudo que veía una realidad distinta y dos pasos adelante de lo que la normalidad de su tiempo percibía.
Creó conceptos de radio que fueron pequeños en comparación a su labor en el arte y la expresión corporal. Inventó el “sindicato del terror” como organización de la escuela más avanzada del performance mexicano. Se dio tiempo de ser pintor que usaba el grafito o la lejía.
Fue el DJ predilecto de María Félix y empujó a amigos y extraños para expandir la escena electrónica en el país. Afinó su extraordinario oído ya fuera para abrir la brecha al House, al Trance, al Hip Hop o a la música clásica contemporánea o al minimalismo.
De Rock 101 se recuerda a Luis, Jaime, Lynn, Dominique o Jordi. Otros recuerdan a Roberto por su Mecánica del Concepto o su Reporte G.
Curiosamente, yo no recuerdo a ese Roberto Escobar. Recuerdo al valiente Roberto que, el día que se hartó de la ignorancia de Jesús Iturralde, ejerció su libertad para que lo cesaran. Recuerdo al Roberto con el que inventé el término “Radio Retrofutura” en una oficina de Televisa Radio. Al Roberto que era sencillo al comer pero que era epicúreo al extremo.
Recuerdo al Roberto que transmitió desde el prohibido Círculo 14 mientras, frente a sus ojos, asesinaban a un soldado al estrellar su cabeza contra el azulejo. Pese al horror, Roberto lo utilizó para reflexionar, muchas veces más, de lo inútil de la violencia. Violencia con la que se enfrentaba diariamente en desafíos que siempre ganaba.
Lo último que supe antes de su muerte es que estaba cansado de ser Roberto Escobar. Cambió su nombre a Sergio y, afirmaba, era feliz.
Hoy se inaugura una exposición en honor a Roberto Escobar. Motor de muchos de los cambios que dan pie a lo que hoy es este país. Será por eso que cuando leo a tanto fantoche que se dice creativo, talentoso, líder, extraño tanto al original. Al sencillo Roberto.
Vayan al Ex Teresa. Recuerden a Roberto o conozcan lo que era Roberto.
Es lo mínimo que puedo hacer por un tipo brutalmente leal, honesto, entero. El ejemplo del México que dejó a construir a sus amigos.
Y en eso estamos.