¿Es mejor la cerveza que el vino? ¿o al revés? La respuesta es simple: es una discusión sin sentido y sin final, ambas bebidas pueden disfrutarse por igual y la decisión de elegir una u otra dependerá de las preferencias de cada quien en un momento determinado.
Sin embargo, lo que es importante explicar, es qué características son las que se deben tomar en cuenta para entender y juzgar una cerveza.
Mientras el vino resulta un reflejo de la tierra en donde crecieron sus uvas y del trabajo de los viticultores, la cerveza implica la creatividad y el trabajo directo del hombre, una forma muy similar a cocinar.
Para empezar, no cualquier agua puede usarse para elaborar una cerveza. Cada estilo requiere de una concentración de minerales muy particular que contribuya a generar cierta sensación en la boca. Pruebe bebiendo distintas marcas de agua embotellada. Es probable que el sabor sea prácticamente idéntico, pero se pueden distinguir diferencias en cómo se siente sobre la lengua. Algunas serán muy ligeras, mientras otras se sentirán saladas y con más peso.
En segundo lugar aparecen los cereales. Éstos requieren de un proceso llamado malteado, que es equivalente a hacer germinar el cereal para luego interrumpirlo súbitamente secando el grano. De esa forma, los azúcares contenidos dentro del cereal podrán convertirse en alcohol durante la fermentación.
El proceso de secado y tostado del cereal será el que brinde distintos colores y sabores a la cerveza: los granos más claros darán sabores a cereal, pasando por galletas y caramelo, llegando hasta los aromas y sabores similares al café y chocolate que provienen de las maltas más tostadas, casi quemadas.
El cuarto ingrediente es la levadura, que a veces pasa desapercibida pero puede cambiar drásticamente el resultado. Algunos de estos organismos aportarán muy poco a la cerveza en términos de sabor, mientras que otros aportarán sabores frutales o, en algunos casos, especiados, como las cervezas de Bélgica o las de trigo. Esa es la distinción más importante entre las dos principales familias de cerveza: lager y ale.
Además de esos cuatro ingredientes principales, se pueden usar otros ingredientes como canela, cilantro –su hoja o su semilla-, azúcar, miel, clavo, frutas, chocolate y prácticamente cualquier otro que se le ocurra al cervecero.
Quien quiera hacer cerveza deberá dominar todos estos ingredientes, la interacción entre ellos y los procesos necesarios para maximizar el sabor de cada uno. Su armonía y balance componen una buena cerveza, que no es una bebida tan sencilla como a veces suponemos. Requiere mucho estudio, trabajo y control.
Maridaje de la semana
Pizza y cerveza es una combinación muy común pero, ¿qué pasa si en vez de beber una cerveza muy ligera para acompañar una pizza de pepperoni se usa una con un sabor de cereales ligeramente dulces? Inténtelo con una cerveza estilo Vienna o con una Red Ale.