Hace muchos años, las empresas de estudio de mercado hablaban a las casas en Distrito Federal, Guadalajara y Monterrey para preguntar “¿Qué modelo es su televisor?”
Con ello, no sólo veían la penetración de los nuevos modelos de televisión sino, por supuesto, nivel socio económico y capacidad crediticia.
Y las televisiones de consola y pantalla redonda dieron lugar a los armatostes de blanco y negro que, con el tiempo, pasaron a los aparatos a color de bulbos que, al final, cambiarían por los de transistores.
La marca Trinitron de Sony se convirtió en referente de calidad ante los Zonda o los Punto Azul. El desarrollo tecnológico llegó hasta el cambio de las antenas de doble cable al coaxial. De las señales aéreas a las de cable. Del cable al DTH
Y de ahí a la televisión digital.
Desde hace alrededor de una década, los países desarrollados han buscado cambiar sus transmisiones análogas a digitales. Estas permiten que haya mayor cantidad de canales, que la imagen sea más nítida y el sonido pueda ser lo más fiel posible. Esto ocasiona, además, que las figuras de la televisión se cuiden más. Los hilos se ven con mayor facilidad.
Pero el problema no se encuentra en los presupuestos que tendrán que invertir a nivel mundial las productoras de televisión –los programas de Friends, por ejemplo, serían mucho más caros en tratamientos anti envejecimiento para sus actores– sino en la recepción.
De ahí la transición.
El cambio ha sido lento. Del 2006 al día de hoy, 40 países han concluido su paso de la tele tradicional a la digital. La gran mayoría de ellos se encuentran en Europa donde la penetración de televisión por cable ayuda al paso.
Los casos de Japón y Estados Unidos sirven para entender lo complicado. Japón terminó su transformación apenas el año pasado.
En la Unión Americana el proceso comenzó en Wilmington, Carolina del Norte. Ahí, como en Tijuana, la población que se quedó sin tele fue el siete por ciento. La diferencia es que mientras que en la pequeña ciudad gringa esa cifra significa menos de 40 mil personas, en el caso mexicano son casi toda la población del pueblito norteamericano.
Y es que las condiciones son distintas. En México, aún a la fecha, hay amplios sectores sociales que ven la televisión de forma aérea. Es decir, aunque Tijuana tenga un sector amplio de población que prefiere la televisión por cable, hay otro –como en distintas partes de México– que captan su programación a través de las señales tradicionales.
El quitarle la televisión a esos segmentos es lo que, hoy, tiene en cuestionamiento el apagón.
México tiene previsto llegar a tener sus señales 100 por ciento digitales para el 2015, al mismo tiempo que los Estados Unidos. La diferencia es que dicho país comenzó su proceso un lustro atrás.
Muchos piensan que el proceso en México se adelantó ante la necesidad de crear las nuevas cadenas de televisión que, desde el sexenio de Felipe Calderón, están en promesa. El gobierno panista había prometido dichos canales digitales pero sólo podrían ser competencia en igualdad de condiciones.
Pero el tema político se ha llevado de calle a gente cuya única diversión –en una ciudad en donde el anhelo está a un salto– es la televisión.
Ahora, falta ver cómo será la implementación de la fase dos, para la cual se pidió un poco más de dinero de los 360 de esta primera etapa: mil 500 millones adicionales.
Será para que todos, ahora sí, tengan su tele.