El presidente Barack Obama y su colega chino Xi Jinping concluyeron el sábado dos días de conversaciones con escasos avances concretos, pero con la perspectiva de que el fortalecimiento de sus vínculos personales contribuya a superar la desconfianza entre las economías más grandes del mundo.

 

Obama dijo a la prensa que las conversaciones eran “formidables” mientras caminaba junto con Xi por los jardines perfectamente arreglados de la amplia hacienda de descanso de Sunnylands, en el desierto de California.

 

La informalidad del escenario para la cumbre tuvo como propósito contribuir a que las conversaciones fueran más cálidas y fluyeran con más libertad los numerosos asuntos delicados, como la seguridad cibernética, las provocaciones nucleares de Corea del Norte y la economía.

 

La cumbre entre ambos gobernantes concluyó sin gran espectacularidad, no hubo declaraciones formales a la prensa, solo una reunión privada para tomar el té con la esposa de Xi.

 

Un funcionario chino de alta jerarquía dijo que ambos gobernantes “abrieron nuevos horizontes” respecto de las antiguas diferencias entre las dos naciones.

 

El asesor jefe en política exterior de Xi, Yang Jiechi, dijo que los presidentes “conversaron sobre la cooperación y no rehuyeron a las diferencias” en sus ocho horas de conversaciones durante el viernes y el sábado.

 

“Ambos presidentes acordaron construir un nuevo modelo de relación de países importantes, entre China y Estados Unidos, basada en el respeto mutuo y una cooperación mutuamente conveniente”, dijo Yang.

 

La Casa Blanca dijo en un comunicado tras la partida de Xi de la hacienda que ambas naciones acordaron trabajar juntas por primera vez para reducir las emisiones de hidrofluorocarbonos, un potente gas de efecto invernadero.

 

El acuerdo fue descrito como un avance importante para enfrentar el cambio climático.