En este Día del Padre, seguro que muchos de nosotros al imaginarnos a alguien saboreando un buen puro, nos salta a la mente la imagen de un familiar o amigo disfrutando un buen habano en un momento agradable.
Mi caso no es la excepción, soy hijo de un gran aficionado al puro, a quien alguien atinadamente describió como: “el que fuma como cubano y viste como Inglés”.
Las historias del puro y don Pancho son interminables, desde aquella en que sus alumnos de derecho bancario se sorprendían cuando a las siete de la madrugada, sin importar la temporada, antes de iniciar la clase en un acto ceremonial, cortaba y encendía su puro; hasta otra más en la que el delicioso humo de sus puros activó la alarma de incendio. Heredé el gusto por el puro y es algo que verdaderamente disfruto. En mi caso, el fumar un puro es una gran experiencia.
Delicado y minucioso
Existe una gran variedad de tabacos y un sinnúmero de tamaños dependiendo de la ocasión.
Los tradicionales habanos, que si bien tienen las mejores hojas por la humedad y las condiciones climatológicas de la isla, en ocasiones carecen de control de calidad. Por otra parte, están los dominicanos con un gran control de calidad, pero sin el sabor de la tradición cubana. Nuestro país produce también grandes puros del tabaco cultivado en la región de los Tuxtlas en Veracruz.
La elaboración del puro es un proceso delicado y minucioso. Requiere un trabajo artesanal que consiste en seleccionar la hoja del tabaco y enrollarla manualmente. El filtro es una parte fundamental, ya que de su correcta elaboración depende que el humo fluya adecuadamente, como el tiro en una chimenea.
El puro, a diferencia del cigarro, no se esfuma en un instante. Invita a un espacio de reflexión y a romper con el estrés que la vida cotidiana nos impone. Es una ventana en la que el tiempo se detiene y la mente se escapa.
Sin embargo, el fumar puro no está exento de vicisitudes y genera polémica y desencuentros. Existen personas para las que el puro no es un placer, sino una verdadera tortura; su aroma no les parece delicado, sino desagradable, y éste se impregna silenciosamente en su ropa durante semanas, lo que consideran como una agresión personal.
Lo anterior, hace que fumar un puro en un lugar público sea un riesgo importante. Antes de encender el puro tan esperado es obligada la pregunta a los vecinos de mesa: ¿Le molesta que encienda mi puro?, debiendo aceptar una respuesta afirmativa, que pocas veces suele darse pero que en muchas ocasiones se piensa. El único lugar en el que el puro es parte del cartel, es en las corridas de toros.
Los espacios para fumar puro son cada vez más reducidos y, al igual que las corridas de toros, están cada vez más cuestionados. No se diga en Estados Unidos, en donde el encender un puro es reprochado con más energía que otras sustancias prohibidas. En ese país, el fumar puro se restringe a unos pocos espacios llamados pomposamente cigar clubs.
El tres veces reelecto alcalde de la ciudad de Nueva York, Michael Bloomberg, famoso por su promoción de la salud, emprendió inicialmente una férrea campaña contra el tabaquismo y ahora remata con otra en contra de la comida chatarra y refrescos, lo que le ha generado críticas importantes por parte de sus opositores quienes en el llamado “país de las libertades” exigen que el gobierno se “mantenga fuera de su refrigerador”.
En fin, el puro tiene una larga historia y está ligada a grandes personajes y tradiciones, habrá que esperar el veredicto del tiempo sobre el gran placer que produce un buen tabaco. Por lo pronto, este Día del Padre, ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre, ´por lo que espero que encienda un buen tabaco.