El reformista moderado Hassan Rohani se ha convertido hoy, por sorpresa, en el séptimo presidente de Irán tras las undécimas elecciones para este cargo celebradas ayer en la República Islámica en sus 34 años de historia.

 

En unos comicios planteados en principio como una pugna entre representantes del sector ultraconservador principalista islámico cercano al líder supremo, ayatolá Ali Jamenei, Rohani ha surgido como la figura aglutinadora de los votos moderados, de los reformistas desencantados y de muchos electores ajenos al sistema.

 

Sin embargo de acuerdo con analistas, la victoria del moderado Rohani no transformará de inmediato las tensas relaciones de Irán con Occidente, pero podría poner en tela de juicio el polémico programa nuclear y disminuir el apoyo al régimen de Siria.

 

Las grandes propuestas de Rohaní, de 64 años son la creación de una carta de derechos civiles y la promoción de una política exterior basada en la “interacción constructiva con el resto del mundo”.

 

Ha hablado de los derechos de las mujeres y de las minorías étnicas, pero, sobre todo, ha contado con el endoso de los expresidentes Ali Akbar Hachemí Rafsanyaní, de quien se le considera aliado, y Mohamed Jatamí, el único de los líderes reformistas que no está bajo arresto domiciliario.

 

Rohaní, clérigo de nivel medio tiene una larga carrera política que comenzó como diputado en 1980. Llegó a ser vicepresidente del Parlamento y en 1989, con la llegada a la presidencia de Rafsanyaní, fue nombrado secretario general del Consejo de Seguridad Nacional (CSN), el foro donde se debate la política nuclear y de defensa.

 

Estuvo activo en la oposición que derribó al shah en 1979. También participó en la guerra contra Irak (1980-1988), donde fue jefe la defensa aérea. Su amistad con Rafsanyaní data de aquella época. En la actualidad, es miembro de la Asamblea de Expertos y del Consejo de Discernimiento.

 

Padre de cuatro hijos, originario de Sorkhey, en la provincia de Semnan, se doctoró en Derecho por la Universidad de Glasgow y está lejos de los otros candidados gracias a su disponibilidad al diálogo y una mayor congruencia  en sus debates, ha sido el único candidato que no se ha mordido la lengua a la hora de criticar al sistema político de Irán.