Una cifra espeluznante: casi la mitad de las muertes en niños menores de 5 años son atribuibles a la malnutrición, es decir, podrían evitarse. De acuerdo a datos publicados por The Lancet, hablamos de 3.1 millones de muertes al año en el mundo.
Aunque lo anterior resulta dramático, no todo es negativo. Hacia 1990, 253 millones de niños tenían estatura baja para su edad por esta condición, cifra que ha disminuido a 165 millones de niños en el 2011; de igual forma, en 1990, 159 millones de niños estaban por debajo del peso idóneo y hoy son 50 millones. Un gran reto, que esconde también una gran esperanza.
Malnutrición, ¿cuál es el significado de este término? Abarca a todos aquellos individuos que no llevan una dieta con adecuado contenido de nutrimentos. Se refiere principalmente a dos condiciones: desnutrición (deficiencia de calorías y nutrimentos) y sobre-nutrición (exceso de calorías y nutrimentos). El resultado de una alimentación idónea asegura la formación indicada de los órganos, el crecimiento correcto y un sistema inmunológico fuerte, además del desarrollo mental y psicológico óptimo. Los niños que padecen malnutrición tienen grandes desventajas para su desarrollo futuro ya que su función neuronal se ve inevitablemente afectada.
Es una situación que no ha logrado erradicarse en el planeta, con la paradoja que supone saber que hay comida suficiente para cada humano, aunque por una u otra razón no todos disfrutemos de ella en las proporciones necesarias.
México, en particular, sufre severos problemas de desnutrición y sobrepeso; nos estamos refiriendo al 26% de los niños en nuestro país, lo que nos ubica en primer lugar en obesidad infantil, incluso por delante de nuestro vecino Estados Unidos. Enfermedad que a la larga trae consecuencias como diabetes, colesterol elevado, infartos y otras condiciones, además de que generará un elevado gasto en términos de salud pública. Contrapuesto al sobrepeso, está la desnutrición; aunque México ha tenido grandes avances en dicho renglón, aún se necesita mucho trabajo: 41% de nuestra población indígena (sobre todo, en Oaxaca, Campeche, Yucatán, Guerrero y Puebla) se encuentra en este estado. Estos niños tienen mayor probabilidad de morir de anemia, diarrea o desnutrición.
Por mucho que busquemos, la respuesta más fácil a males de semejantes proporciones, radica en la educación. Son dos polos opuestos que pueden resultar igual de dañinos; por un lado, el sobre-alimentarse, el apegarse a comida chatarra, el saturarse de grasas e hidratos de carbono, el sedentarismo; por el otro, la falta de recursos, el aislamiento de muchas comunidades, la inaccesibilidad a alimentos básicos como proteínas, la carencia de agua potable que empuja a litros de refrescos y jugos azucarados.
Sí, es mucho lo que debe remediarse… Pero el punto de partida está en un aula, en los medios de comunicación, en predicar los padres con el ejemplo.
No es un problema que ataque únicamente a ciertos estratos sociales; nadie está exento.
Mientras la Organización Mundial de la Salud (OMS) se ha puesto como objetivo disminuir estos índices en 40% para el 2025, en México tenemos mucho por hacer. Empecemos por pequeños detalles y pronto cada migaja sumará para este inmenso rompecabezas de la lucha contra la malnutrición.