HONG KONG. A imagen y semejanza de los servicios del país, la educación china, que ha escalado posiciones los últimos años a nivel internacional, muestra competitividad en las ciudades, pero en las zonas rurales es todavía mediocre.

 

El sistema educativo chino, desde la primaria hasta el posgrado, ha mejorado mucho en las últimas dos décadas, a la par del desarrollo económico que ha experimentado el país.

 

Así, mientras en 1996 sólo uno de cada seis jóvenes menores de 17 años terminaba la escuela secundaria, ahora son tres de cada cinco los que logran finalizar sus estudios, según datos oficiales.

 

Estas estadísticas, que suponen una verdadera revolución en cuanto a alfabetización en un país de mil 300 millones de personas y medio centenar de grupos étnico-lingüísticos. Actualmente unos ocho millones de estudiantes chinos logran obtener una maestría o licenciatura cada año, una cifra que se ha multiplicado por cuatro en tan sólo una década.

 

Pero el sistema educativo chino está muy marcado por la división entre campo y ciudad, entre zona rural y las grandes urbes del este (Shanghai, Pekín, Nanjing, Guangzhou, Shenzhen), donde se acumula la gran riqueza del país.

 

Por ello no son representativos de todo el país los resultados del estudio PISA de 2010, que situó para sorpresa de muchos a los jóvenes de 15 años de Shanghai como los mejores preparados del mundo a nivel educativo en matemáticas, ciencias y comprensión lectora, por delante de Estados Unidos, Alemania o Singapur.

 

Aunque China ha situado la educación como centro de su estrategia de crecimiento a futuro, -en 2020 el país tendrá 200 millones de estudiantes y graduados universitarios-, las diferencias de calidad educativa varía mucho en función del lugar de residencia.

 

En realidad, no todos los estudiantes tienen las mismas oportunidades, ya que desde la guardería los estudiantes se ven obligados a seguir sus estudios en el lugar de residencia oficial de sus padres.

 

Así, un estudiante de secundaria que acompaña a sus padres desde el interior del país a Shanghai por motivos de trabajo, no tiene acceso a educación, ya que el sistema de registro chino (hukou, una especie de pasaporte interno para controlar los movimientos migratorios) impide que pueda integrar las instituciones educativas públicas.

 

Ello ha provocado que, con más de 200 millones de campesinos emigrados a las zonas industriales en busca de trabajo, se haya creado un sistema paralelo educativo incluso en las urbes, donde los hijos de los inmigrados reciben una enseñanza mucho peor que los nativos.

 

La educación está subvencionada en el país, pero la alta competitividad sobre todo entre los estudiantes de secundaria, que deben enfrentarse al complejo y determinante examen gaokao, que determina la nota de corte para acceder a las universidades- también provoca que en muchos casos la única opción sea la enseñanza privada.

 

Una familia debe pagar, unos mil dólares anuales por el acceso a la enseñanza pública, el equivalente a dos meses de salario de un operario en una fábrica, pero los precios pueden aumentar mucho en el caso de las instituciones privadas.

 

Uno de los principales problemas sigue siendo la escasez de profesorado cualificado, debido sobre todo a que las generaciones nacidas en 1960 y 1970 que ahora ocupan cargos directivos- tuvieron un acceso muy limitado e ideologizado a la educación, a causa de la época dura del maoísmo.