Aquellos que esperen una adaptación fiel a World War Z, la ingeniosa novela escrita por Max Brooks donde se plantea una interesante metáfora sobre las consecuencias sociales y políticas que una invasión zombi causaría en todo el orbe, pueden retirarse: probablemente el único punto de encuentro entre esta cinta y el libro sea el título mismo.

 

Por otro lado, quienes busquen un acezante y paranoide thriller de acción/suspenso/terror, con algunos de los mejores efectos especiales que verán en cintas del mismo género y una auténtica habilidad para perturbar el ánimo del espectador, bienvenidos: están en la película correcta.

 

Luego de un retraso de casi seis meses en su estreno, un presupuesto que pasó de los 150 a los 210 millones de dólares y un guión reescrito (Damon Lindelof entrando al rescate), World War Z no deja de presentar serios problemas, pero al final cumple con su verdadero cometido: ser un efectivo vehículo de entretenimiento veraniego, hacer lucir a su protagonista/productor Brad Pitt y -de pilón- crear una nueva franquicia que dé como para dos secuelas.

 

Lo último está por verse, pero lo primero lo cumple y lo cumple bien.

 

El vértigo inicia pronto, no han pasado ni 5 minutos de metraje cuando vemos a la familia de Gerry Lane (un ex funcionario de la ONU experto en crisis) huyendo de una multitud de zombis que -a diferencia de otros filmes- aquí corren a toda velocidad e infectan a sus víctimas tan sólo 11 segundos después de la letal mordida.

 

La infección zombi es mundial, las ciudades caen una a una, los gobiernos se desintegran, las población se entrega al pánico, la histeria y el saqueo. Una pequeña fracción del gobierno de Estados Unidos (¿qué querían?, la película es gringa, pues) sigue en operación y busca una cura a la pandemia; es por ello que Lane y su familia fueron rescatados: el gobierno necesita de sus habilidades para que ayude en el plan.

 

Los problemas de guión son evidentes; por más que el director (Mark Forster, el mismo de Quantum of Solace y Monster’s Ball) y sus dos editores lo intenten, se notan las costuras, la continuidad no resulta plausible, todo el número se asemeja más a un videojuego en etapas donde el protagonista tendrá que pasar diferentes pruebas antes de llegar al final.

 

Empero, los errores se compensan con escenas de acción filmadas con gran pericia, cuidando el espacio y el ritmo, dando como resultado una experiencia verdaderamente emocionante que contagia el frenesí, el caos y el terror que se ve en pantalla. La cinta cuenta con algunos de los mejores efectos especiales que hemos visto en el año: esa multitud de zombis que corren y se amontonan trepando muros, esparciéndose cual río humano que todo lo alcanza, todo lo destruye. Aquí el 3D resulta particularmente logrado, desde Hugo (Scorsese, 2011) no habíamos visto un uso tan inteligente y orgánico de la tercera dimensión, ayudando a crear atmósferas aún más inquietantes.

 

Con un final más bien anticlimático, World War Z fracasa rotundamente en sus aspiraciones de ser tan elegante como lo es la novela original, pero cumple en una rama mucho menos ambiciosa aunque no por ello desdeñable: es un gran entretenimiento de verano. ¿Hace cuánto que una cinta no los hace palpitar? World War Z lo hará.

 

World War Z (Dir. Marc Forster)

3 de 5 estrellas.

 

Con: Brad Pitt, entre otros.