La nueva adaptación al cine de El Gran Gatsby (1925) de F. Scott Fitzgerald fue una de las películas que más expectativas generó antes de su estreno; por su reparto (Leonardo di Caprio en el papel de Jay Gatsby y Tobey Maguire como Nick Carraway) y por el estilo del director Baz Lurhmann (Romeo+ Julieta y Moulin Rouge).
La cinta tiene sus desatinos. Pero Lurhmann adapta con éxito uno de los símbolos más importantes de la obra: la ventana. En este símbolo estriba la crítica de Fitzgerald al clasismo que, en nombre de una falsa noción de superioridad, permite que unos pongan sus vidas sobre las de otros.
Gatsby, en cambio, será siempre un observador, un outsider. Ha vuelto a Nueva York tras acumular fortuna suficiente para seducir a Daisy, de quien se enamoró antes de ir a la guerra, quien, en su ausencia, se casó con el millonario, Tom Buchanan. Carraway, primo de Daisy y vecino de Gatsby, acepta concertar una cita secreta entre ambos. Tras su reencuentro, comienzan un amorío que lleva a la tragedia, pues el desprecio profundo de la clase alta hacia los nuevos ricos como Gatsby no permitirá que ella deje a Buchanan.
La topología de sus mundos hace las veces de ventana. Gatsby vive en West Egg, donde construyen sus mansiones los nuevos ricos; ella, en East Egg, donde viven las familias de abolengo. Desde el West Egg, desde afuera, Gatsby extiende su mirada hacia el East Egg, hacia adentro, al impenetrable mundo de Daisy.
A través de estas ventanas, Fitzgerald y Lurhmann nos invitan a considerar cuál es nuestro papel en la escala social y qué poder nos otorga nuestra posición. Carraway recurre a la escritura. Nosotros, ¿qué haremos?
@Adela