Cuando se oye hablar de empresarios, con frecuencia viene a la mente la imagen de personas dueñas de grandes empresas, con enormes patrimonios. Sin embargo, no sólo ellos son empresarios; lo son también los dueños de papelerías, tlapalerías, los profesionistas independientes como médicos o abogados quienes atienden a sus clientes, pagan sus gastos y -al final- les queda un remanente: sus utilidades. Estas utilidades son las que, acrecentadas periodo tras periodo, forman el patrimonio de los empresarios.
Todas las empresas ofrecen servicios o venden productos a otras personas o a otras empresas. Si se trabaja por cuenta propia o como empleado, profesionista o no, entonces uno es empresario.
Los empresarios exitosos construyen su patrimonio con las utilidades. Ese pequeño “guardadito” que se va haciendo cada periodo es lo que al final de cuentas forma el patrimonio. Por supuesto, cuando ese guardadito va creciendo, puede volverse a invertir en el negocio: abrir otra tlapalería, adquirir más tierras, quizá un tractor, poner una sucursal del negocio, etcétera.
Pero “el chiste” es que esa nueva inversión en el negocio vuelva a dejar un sobrante: las utilidades. Para los empleados o quienes trabajan por su cuenta, esas utilidades no son otra cosa que el ahorro.
Si no se ahorra, es como tener una empresa que no genera utilidades. Y la empresa más importante que se tiene -uno mismo- es en la que más se debe cuidar las utilidades.
Cuando ese guardadito se vuelve considerable, se puede pensar en comprar una mejor estufa, tal vez focos ahorradores que permitan gastar menos electricidad, a lo mejor hasta comprar una casa y en vez de pagar renta, pagar una hipoteca. Ese guardadito podría crecer y la reinversión haría que las utilidades de la empresa propia crezcan. Hay que recordar que el ahorro constante, producto del trabajo, es la única fuente del patrimonio y que si no se ahorra desde la juventud, se termina trabajando para acrecentar el patrimonio de otros pero no el propio.
El ahorro es fundamental para el bienestar y la seguridad de ese bienestar da la certeza de que tener los recursos suficientes tanto para el presente como para el futuro. Anteriormente, se daba por sentado que serían los hijos quienes se ocuparían de los padres, pero las generaciones de hoy en día, no sólo tienen menos hijos (cuando los tienen), sino que además muchas veces corren total o parcialmente con los gastos de los padres.
Por tal motivo, el ahorro debe comenzar desde la juventud y como primer paso, sugiero abrir una cuenta de ahorro en una institución financiera (banco, aseguradora, casa de bolsa), que permita ir depositando los excedentes, preferentemente en una cuenta distinta a la que se usa para el gasto habitual, para así, poco a poco, convertirse en un gran ahorrador, que incrementa las utilidades como dueño de su empresa.