El apasionado y firme discurso a favor de la educación de la niñez en el mundo, en especial de las niñas, que dio la joven paquistaní Malala Yousafzai el pasado 12 de julio en Naciones Unidas ante el Secretario General de la ONU, Ban Ki-Moon, delegados y estudiantes de todas partes del mundo, no podría entenderse a cabalidad sin sumergirse en la dura batalla que se vive en el valle del Swat, región de donde Malala es originaria y que fuera considerada hace algunos años la Suiza de Pakistán, por sus verdes valles, zonas montañosas, ríos rebosantes y sobrecogedora calma.
Desde 2008, la tranquilidad en el valle del Swat fue interrumpida al ser capturado por los talibanes dando pie a un intenso y violento conflicto entre el ejército paquistaní y las milicias islámicas por el control de la zona y el deseo de imponer una manipuladora interpretación de la ley islámica (sharia) por parte de los talibanes, sobre los habitantes.
De entre muchas de las medidas prohibitivas impuestas por los talibanes como eliminar la televisión, la música y las fiestas, todas ellas de “nociva” influencia occidental, el veto a la educación de las niñas ha sido una de las más férreas y lacerantes posturas que han dejado huella no sólo psicológica sino física en Malala, defensora del derecho a la educación de las niñas, quien el 9 de octubre de 2012 recibió un disparo en la cabeza por parte de un talibán cundo regresaba de la escuela, lo que la dejó al borde de la muerte y del cual logró sobrevivir tras hospitalización en Birmingham, Inglaterra.
Ya repuesta tras casi un año de varias cirugías, Malala celebró su cumpleaños número 16 el viernes pasado en la ONU, exigiendo en un emotivo discurso que los líderes mundiales ofrezcan enseñanza gratuita obligatoria para todos los niños. La ONU ha declarado el 12 de julio, el Día de Malala, a lo que ella insistió en que era “el día de cada mujer, cada niño y cada niña que han levantado su voz por sus derechos”.
Si los talibanes quisieron acallarla, lo que han logrado es hacerla más fuerte. “Ellos pensaron que las balas nos silenciarían”, dijo en su discurso en la ONU. “Pero fallaron. Los terroristas pensaron que ellos cambiarían nuestras metas y ambiciones pero nada cambió en mi vida excepto esto: Debilidad, miedo y desesperanza han muerto. Fortaleza, poder y coraje han nacido”.
El ver y escuchar a una mujer hablar en público ante una multitud es poderoso, pero lo es aún más el que una adolescente use la palabra con plena consciencia política como arma combativa contra la ignorancia, el patriarcado, y el fundamentalismo pues no hay que olvidar que son las niñas, las adolescentes y las mujeres jóvenes las que tienen aún más vedado el poder de la palabra, al conocimiento.
Si lo que la hizo blanco del rechazo de los talibanes fue el diario que empezó a escribir en 2008 para el servicio urdu (lengua mayoritariamente hablada en Pakistán) de la BBC sobre su vida bajo el régimen talibán, escribiendo bajo un seudónimo, sobre la prohibición de las escuelas para las niñas, me imagino que su sola presencia en el pulpito de la ONU debió haber enfurecido a los talibanes.
Más allá de las teorías conspirativas que se ciernen sobre la joven, que si es espía o no de la CIA y una pieza clave de EU para seguir mandando drones a Pakistán con la justificación de acabar con las células de los talibanes que limitan los derechos de las mujeres, es poderoso el hecho de que su mensaje a favor de las niñas resonara en todas partes del mundo, y que haya sido una adolescente la que esté dando lecciones, sin miedo ni resquemor por una causa justa: la educación pública para todas las niñas.
Malala demostró no sólo simbólicamente ser legítima heredera de la asesinada ex primer ministra paquistaní, Benazir Bhutto, al usar un chal blanco que perteneció a la política durante su discurso, sino también al enunciar enfáticamente: “No podemos tener éxito si la mitad de nosotras somos frenadas …, las mujeres deben ser independientes y luchar por ellas mismas”.
Es un mensaje inspirador, que con su empuje anima a todas las mujeres, niñas, adolescentes, jóvenes, adultas, ancianas a unirse, a luchar porque nuestras voces sean escuchadas y dar férrea batalla contra el miedo que busca aprisionarnos y alejarnos del conocimiento. Malala es un ejemplo inspirador en carne y hueso a seguir, que nos hace buscar a nuestra niña interna que busca que cumplamos nuestros sueños.