Luego de lidiar por semanas con pantallas verdes, diálogos ridículos, estrellas de Hollywood en coloridos trajes ajustados y muchos close up al trasero de Scarlett Johansson, el director Joss Whedon, luego de terminar la fotografía principal de aquel mamotreto llamado The Avengers (Whedon, 2012), se tomó 12 días para descansar y alejarse así de las vicisitudes que supone filmar una cinta de tales dimensiones.
Afortunadamente para nosotros, su idea de descanso fue seguir filmando, pero esta vez se trató de una película con ínfimo presupuesto, actores no tan famosos, en blanco y negro, que si bien no contaba con la belleza de los mejores atributos de Scarlett, si tenía de su lado uno de los textos más populares de William Shakespeare: Mucho Ruido y Pocas Nueces.
Filmada casi en secreto, desprovista de todo artificio, con la casa del propio director como escenario y algunos de sus amigos como actores, Whedon entrega un ejercicio completamente opuesto a Avengers: una íntima y muy disfrutable adaptación de Shakespeare que da pelea incluso a aquella filmada por Keneth Branagh en 1993 y cuyo músculo radicaba, principalmente, en su extraordinario reparto: Emma Thompson y Denzel Washington, entre otros.
Menos es más. A Whedon tampoco le alcanza para emular las hermosas locaciones ni el despliegue actoral de la cinta de Branagh, pero su extrema economía de recursos se compensa con una puesta en escena ingeniosa, divertida y no carente de cierto encanto muy singular.
Al igual que lo hiciera Baz Luhrmann en su adaptación de Romeo + Julieta (1996), pero sin recurrir a un sólo exceso estilístico, Whedon mantiene intactos los diálogos escritos por El Bardo alrededor de 1600 pero trasladando la acción al tiempo actual. Así, Leonato (Clark Gregg), gobernador de Messina, recibe la visita de Don Pedro (Reed Diamon), que regresa triunfante de la guerra junto con su insidioso hermano Don John (Sean Maher), su amigo Benedick (notable Alexis Denisof) y su protegido Claudio (Fran Kranz).
Este último se enamora de Hero (Jillian Morgese), hija de Leonato, al tiempo que Benedick reaviva una “amistosa guerra” entre él y la siempre brava Beatrice (muy linda Amy Acker), sobrina del gobernador con quien se enfrasca -como es costumbre- en un duelo verbal que más que conflicto suena a amor vedado. Pronto, una serie de complots y enredos pondrán a prueba el amor y la confianza de estas parejas.
El director sabe armar momentos muy logrados, como la fiesta de disfraces a ritmo de jazz (letra de Sigh No More Ladies), el hilarante montaje donde Benedick descubre el amor de Beatrice, o esa cuasi enigmática toma donde Claudio escucha las insidias de Don John mientras está en la alberca, con máscara de buceo y martini en mano.
El cambio de época permite una sensualidad más palpable, el constante golpeteo entre Benedick y Beatrice exuda una innegable tensión sexual que hace aún más interesante la historia (ojo al preludio recién iniciada la cinta, único agregado que el director hace al relato original).
No todo le funciona a Whedon, aquella duda sobre la honorabilidad de Hero no resulta plausible en la época actual, tampoco el uso de ciertos términos y juegos de palabras que el director, en aras de no modificar el texto original, mantiene sin mucha suerte.
Y sin embargo, el espíritu obscuro, lírico pero al final optimista de esta obra, prevalece intacto: “¿está triste?” -dice Shakespeare-,”consígase una esposa”.
Mucho Ruido y Pocas Nueces (Dir. Joss Whedon)
3 de 5 estrellas.
Con: Clark Gregg, Alexis Denisof, Amy Acker, entre otros.