Los partidarios y detractores del destituido presidente Mohamed Mursi midieron el pulso en la calle con multitudinarias protestas, que no hacen más que profundizar la división en la sociedad egipcia y polarizar la situación política.
Tras el rezo del mediodía, los islamistas comenzaron su demostración de fuerza protagonizando marchas por todo El Cairo, mientras que los enemigos de Mursi tomaron la plaza Tahrir al anochecer para romper el ayuno de ramadán.
Pese a las advertencias de las Fuerzas Armadas, los manifestantes convocados por los Hermanos Musulmanes y grupos afines se dirigieron a lugares sensibles como el palacio presidencial de Al Itihadiya y la sede de la Guardia Republicana.
Un imponente despliegue militar les impidió aproximarse. En el caso de Al Itihadiya, los efectivos de seguridad tuvieron que lanzar gases lacrimógenos para dispersar a las masas, según informó una fuente de seguridad.
El Ejército aseguró anoche que iba a actuar contra quienes recurrieran a la violencia o atacaran instalaciones militares, mientras que el presidente interino, Adli Mansur, prometió “llevar la batalla por la seguridad hasta el final”.
Los partidarios de Mursi no se dejaron acobardar por estas declaraciones y salieron a las calles con la esperanza de que hoy fuera el último día del ministro de Defensa y jefe de las Fuerzas Armadas, Abdel Fatah al Sisi, principal actor del golpe militar del 3 de julio.
Las fotografías de Mursi y las banderas de Egipto inundaron estas protestas, en las que se exigió la caída del “gobierno militar” y la restitución en el poder del depuesto presidente.
Las protestas se desarrollaron sin incidentes graves, aunque los manifestantes cortaron algunas arterias importantes como el puente 6 de octubre y Saleh Salem, y se desencadenaron leves disturbios cerca del Ministerio de Defensa y de la mezquita de Al Azhar.
Sin embargo, la tensión se mantiene alta ante una eventual escalada de la violencia al avanzar la noche, con choques entre manifestantes de los bandos rivales.
Ante posibles incidentes o intentos de irrumpir en la cárcel cairota de Tora, las autoridades egipcias han trasladado a ocho dirigentes islamistas allí detenidos a una zona de alta seguridad del presidio.
Entre ellos figuran el “números dos” de los Hermanos Musulmanes, Jeirat Shater, el presidente del Partido Libertad y Justicia (PLJ), brazo político de la cofradía, Saad Katatni, y el líder salafista Hazem Abu Ismail.
El epicentro de las protestas islamistas fue de nuevo la plaza de Rabea al Adauiya, donde una inmensa acampada se mantiene constante para recordar el rechazo a la destitución de Mursi.
Junto a una de las tiendas de campaña, la activista Nadia Mesalhi dijo que “el tiránico golpe militar anuló la voluntad del pueblo” y que sus autores no desean para Egipto “ni el éxito ni el renacimiento”.
“Nunca aceptaremos ni al gobierno militar ni al presidente interino. Preferimos morir como mártires antes que aceptar la injusticia y la deshonra”, aseguró.
La marea islamista no cesaba en sus gritos de “Mursi, presidente”, “Egipto islámico”, “Dios es el más grande” o “viva Egipto”, pese al asfixiante calor y el ayuno de ramadán.
Las protestas a favor y en contra de Mursi coincidieron hoy con el aniversario, según el calendario musulmán, de lo que en Egipto se considera la victoria en la guerra de 1973 contra Israel (conocida como Guerra del Yom Kipur o de Ramadán), de ahí que ambos bandos denominaran a la jornada “viernes de la victoria”.
Para los partidarios de la destitución de Mursi, el objetivo de esta jornada era “proteger la revolución y sus logros” y “evitar los intentos de los grupos terroristas de volver hacia atrás”, en alusión a los Hermanos Musulmanes.
Miles de personas acudieron a Tahrir, emblema de la revolución de 2011, en un ambiente festivo en el que no faltaron los fuegos artificiales.
Los grupos revolucionarios que protagonizaron las protestas contra Mursi que precedieron su destitución prepararon también un recital de música y poesía en esta plaza.
Tahrir estaba rodeada de un importante dispositivo policial para evitar, como anunció el Ministerio del Interior, que los islamistas se acercaran.
Los ánimos cada vez están más encendidos y las acusaciones entre los bandos rivales suben de nivel, mientras unos y otros se alzan como valedores de la revolución y defensores de la democracia.