BRUSELAS.— El rey Felipe I se convirtió el domingo en el séptimo monarca de Bélgica, que celebra su día nacional, tras la abdicación de su padre, Alberto.

 

Después de prestar juramento en el Parlamento, lleno de representantes de los seis millones de flamencos de habla holandesa y los 4.5 millones de francófonos, Felipe insistió en que “la riqueza de nuestra nación y nuestras instituciones consiste en convertir nuestra diversidad en una fortaleza”.

 

La ceremonia coronó un día de transición que comenzó cuando el padre de Felipe, Alberto, de 79 años de edad, firmó la cesión de sus derechos como el gobernante ceremonial del reino en el palacio real, en presencia del primer ministro Elio Di Rupo, quien ostenta el poder político de la democracia parlamentaria de 183 años de antigüedad.

 

Menos de dos horas después, Bélgica tuvo un nuevo rey cuando Felipe, de 53 años, se comprometió a respetar las leyes y la Constitución de Bélgica.

 

Aunque multitudes de simpatizantes aplaudieron a la familia real el domingo, no todos en Bélgica estaban felices con el nuevo rey.

 

Un grupo separatista flamenco, el partido Interés Flamenco, boicoteó la ceremonia parlamentaria, mientras que el mayor partido de la legislatura, la Nueva Alianza Flamenca, sólo envió a una limitada delegación sin su líder, Bart De Wever.

 

“Somos demócratas de pura sangre y la forma más pura de democracia es la república”, dijo Jan Jambon, el líder parlamentario del partido, que se ha convertido en el principal grupo opositor que busca la independencia de Flandes a través de una transición.

 

Su ausencia también destaca uno de los mayores retos del reinado de Felipe: cómo seguir siendo relevante como símbolo de unidad de una nación en la que los flamencos del norte y los francófonos del sur se distancian cada vez más.

 

Felipe no hizo intento alguno de cerrar esa brecha y en su lugar dijo que la división del país es una de sus fortalezas.

 

“Una y otra vez encontramos el equilibrio entre unidad y diversidad”, dijo el rey Felipe. “La fuerza de Bélgica es precisamente que hagamos espacio para nuestras diferencias”.

 

Como Alberto anunció su abdicación hace menos de tres semanas, hubo poco tiempo para convertir la ocasión en un evento de talla internacional, por lo que no hubo monarcas extranjeros en la ceremonia de coronación.

 

Felipe se enfrentará a una dura tarea en los próximos meses. La fracturada nación, dividida por el lenguaje, celebrará elecciones parlamentarias en junio de 2014 en medio de llamados para una mayor autonomía de los grupos lingüísticos.

 

Después de las últimas elecciones de 2010 transcurrieron 541 días antes para que pudiera formarse un gobierno.

 

A diferencia de sus cinco predecesores, Alberto trató de evitar la política tanto como le fue posible y se espera que Felipe haga lo mismo.