Esta semana escuché a un estratega de mercadotecnia política del grupo cercano a Obama decir que la educación es el estandarte más amigable para un representante electo puesto que todos estamos de acuerdo en invertir en el futuro a través de la juventud. Tiene toda la razón, aunque no explicó por qué el Presidente Obama no ha emprendido una indispensable reforma educativa.

 

Empecé a escribir este artículo convencido que mientras los incentivos de educación superior no son suficientes, la oferta educativa en México era competitiva.

 

Desafortunadamente mi investigación me llevó a lo contrario, los mexicanos tenemos uno de los sistemas educativos más caros y con menos inversión relativa en las economías desarrolladas (las fuentes nos clasifican como país desarrollado).

 

Para analizar la educación superior en México tenemos que evaluar su función en la sociedad, la inversión pública y privada que goza, la eficacia con la que se distribuye y el costo que conlleva para los jóvenes y las familias.

 

De acuerdo con Business Insider, la educación superior en México cuesta en promedio cinco mil 077 dólares al año, la quinta media más cara y sólo Estados Unidos y Australia la superan considerablemente. Aun las opciones de universidades públicas son relativamente caras, en promedio $527 dólares al año en costo; lo mismo que promedian las universidades públicas y privadas en Noruega, Suecia, Francia y Dinamarca, todos países con mayores ingresos per cápita.

 

Es fácil exigir menores costos y más capacidad para los aproximadamente cinco millones de jóvenes mexicanos en edad universitaria, pero la realidad es que mientras las universidades públicas del país albergan alrededor de 600 mil estudiantes, en Noruega por ejemplo, hay 261 mil en total cuando ambos países tienen ingresos similares (alrededor de 270 mil millones de dólares). En otras palabras, no hay dinero que alcance.

 

Evaluar el costo sólo se vuelve más desolador cuando se pone en perspectiva la eficacia del uso de dichos recursos. En una evaluación minuciosa y objetiva, el instituto académico Pearson calificó la educación de 40 países considerados desarrollados; México obtuvo el lugar 38, sólo por encima de Brasil e Indonesia. Las conclusiones del estudio fueron que no hay una correlación significativa entre la inversión absoluta y los resultados en el sector educativo; la riqueza importa, pero la cultura importa más; no hay ningún sustituto para buenos maestros; la información para escoger escuelas es crucial; y la educación no mejora los mercados laborales por sí sola.

 

Estas conclusiones dan mucho para pensar sobre el enfoque y objetivos que tienen los organismos educativos en México, ciertamente nos deja claro que sí podemos mejorar la educación en el país y que nuestros recursos limitados no son una excusa válida. Pearson además emite las siguientes recomendaciones en base a sus resultados: no hay una bala mágica que resuelva un déficit educativo; más que mayores salarios, los maestros necesitan respeto; la cultura de un país alrededor de un sistema educativo se puede cambiar, en menos tiempo del que se cree; los padres no tienen efecto sobre la educación escolar; y se debe educar pensando en habilidades para el futuro, no para el presente. Algunas de estas declaraciones pueden sonar controversiales, pero el estudio está bien fundamentado. Quizás deberíamos cambiar el inglés por mandarín y agregar robótica en los programas escolares…

 

El panorama empeora al incorporar las conclusiones de la consultora Higher Education Strategy Associates, que evalúa 14 países desarrollados (la compañía en este estudio es más exigente), México es el segundo país  menos accesible a la educación superior, seguido sólo por Alemania, que prefiere la capacitación técnica. También es el país en el que es más accesible la educación superior pública en términos relativos, lo que quiere decir que si estudias en la UNAM, eres muy afortunado. Lo escandaloso en el estudio es que México es el país que menos apoyos a la educación (becas) como porcentaje del costo promedio total de educación tiene, con alrededor de 1%; le sigue Japón con aproximadamente 20%, los líderes tienen más de 80%.

 

¿Qué pasó entonces con las “famosas” becas del Conacyt? Sólo 40% de los mexicanos encuestados por este Consejo simplemente ha escuchado hablar del organismo, aun cuando la mitad tiene educación por encima de la media superior, lo que no es representativo de la población. Como lo respalda la evidencia, no es que falten recursos, es que están mal enfocados.

 

Tomemos las becas como ejemplo del problema de raíz en la educación en México: la mayoría de los estudiantes que toma ventaja de las becas, son jóvenes que podrían continuar sus estudios sin ellas. Sobre todo en el extranjero, son mexicanos de clase media alta que aprovechan el recurso. Aclaro, no es que no las merezcan, pero tienen acceso a capital y posibilidades por su cuenta. Las becas deberían estar enfocadas a motivar a quienes de ninguna otra manera podrían soñar con ir a Harvard, Stanford o Cambridge. Tendrá mucho más peso difundir ese objetivo entre las primarias, secundarias y preparatorias públicas del país; con la promesa que a los estudiantes con mejores resultados se les lleva con todos los gastos pagados a las mejores universidades del mundo, que facilitarles a jóvenes, que ya sueñan con eso de todos modos. juanmaria7@gmail.com

 

COSTO ANUAL PROMEDIO DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR

(DÓLARES)

 

EU                              13 MIL 856

JAPÓN                      11 MIL 865

AUSTRALIA             7 MIL 692

CANADÁ                  5 MIL 974

MÉXICO                    5 MIL 288

Fuente: BUSINESS INSIDER