LONDRES. Cuando se trata del bebé real, la elección de un solo nombre no es suficiente. Se necesitan unos tres o cuatro.
Sólo habría que preguntarle al padre, Guillermo Arturo Felipe Luis. O al abuelo, Carlos Felipe Arturo Jorge. O también a la bisabuela, Elizabeth Alejandra María.
Tienen que tener tres o cuatro nombres. Y no puede ser cualquier nombre, tampoco. Tiene que tener algo de dignidad: Los nombres de la nobleza datan de larga historia, lo cual explica porqué miles de opciones se han jugado entre los corredores de apuestas británicos a los nombres de Jaime y Jorge.
Jaime y Jorge son grandes opciones por el lado de nombres de varón porque hay un fuerte precedente entre los reyes con ese nombre.
El segundo nombre de pila también puede tener importancia cultural, como Arturo —que tienen tanto el príncipe Carlos como su hijo Guillermo— que evoca la legendaria figura del rey Arturo y sus cuentos de caballeros, un tema favorito de gran arraigo en la literatura británica.
El rey Eduardo VIII, que abdicó el trono en 1936, fue bautizado con los nombres Eduardo Alberto Cristian Jorge Andrés Patricio David, los cuatro últimos eran santos patrones de Inglaterra, Escocia, Irlanda y Gales, respectivamente.
La gente, sin embargo, tendrá que esperar. No es inusual que el palacio se tome su tiempo para elegir el nombre que corresponda.
Sin embargo, es posible que Guillermo y Catalina —la ex Kate Middleton— rompan con la tradición y den a su vástago algún nombre de moda o inesperado. Los nietos de la princesa Ana, la única hija de la reina, se llaman Savannah e Isla.
Sin embargo, los allegados al trono normalmente no cuentan con ese tipo de libertad.