Una de las deficiencias más notorias en las prácticas de Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que siguen varios corporativos es que con frecuencia se centran en uno de dos aspectos: donaciones monetarias  o “marketing de causa” (entendido éste como una estrategia mercadotécnica para promocionar una marca vía la asociación a una causa social).

 

La primera, como hemos señalado en reiteradas ocasiones en este espacio, resulta insuficiente si se quiere establecer un programa institucional que vaya más allá de la caridad.

 

La segunda, si bien es un esfuerzo con una ambición más alta, adolece de los mismos límites que cualquier campaña mercadotécnica: alcance y tiempo de vida limitados.

 

En muchas ocasiones, incluso, los programas de RSE no están alineados al giro y misión de la organización, lo que redunda en que el esfuerzo quede circunscrito a una acción de relaciones públicas que no le genera valor a la compañía ni a la sociedad. Las prácticas de RSE deben ser una extensión de la razón de ser de la empresa por una mera cuestión de lógica: la capacidad instalada de la institución (recursos, experiencia, talento) se vinculará de manera más orgánica con la sociedad en ámbitos que le resulten más familiares.

 

La esfera en la que se aprecian con más contundencia los beneficios de esta visión es la tecnológica. En contraposición a, digamos, una empresa de commodities, los gigantes tecnológicos cuentan con el potencial de cambiar al mundo en el corto y mediano plazos.

 

Consciente de esta realidad, Ericsson, proveedor líder mundial de tecnología y servicios de comunicaciones, ha orientado a sus programas de sustentabilidad y RSE hacia la idea de la “sociedad conectada”; es decir, hacia la convicción de que pueden ser el catalizador para vincular a la gente con la tecnología e ideas necesarias para mejorar su entorno, y por extensión, al planeta.

 

En entrevista, Carla Belitardo, directora de Sustentabilidad y Responsabilidad Corporativa de Ericsson para Latinoamérica, explicó los cinco lineamientos que sigue esta estrategia.

 

El primero es “Comunicación para todos”. Se calcula que por cada 10% de penetración en banda ancha, el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) de un país crece un punto porcentual. Con proyectos como “Todo Chile comunicado” y “Amazon Connected”, la empresa sueca ha logrado la activación económica de  áreas rurales gracias a la introducción de telecomunicaciones.  En Chile, más de tres millones de personas otrora incomunicadas se han beneficiado con la tecnología.

 

El segundo lineamiento es “la reducción del impacto ambiental” a través de la implementación de una cadena de valor conformada por proveedores y aliados que compartan la preocupación sustentable de Ericsson.

 

El tercero es “promocionar a las telecomunicaciones como el detonador de una cultura de bajas emisiones de carbono”. Una sociedad conectada ahorra energía y gasta menos.

 

Los últimos  dos lineamientos se focalizan en “la responsabilidad corporativa” y “el liderazgo con valores”. Según Belitardo, no se puede promover el cambio exterior si no se empieza por el interior, por lo que concientizar a los integrantes de Ericsson de que su responsabilidad  social va más allá de la excelencia tecnológica es su principal reto.

 

Todo esto suena fabuloso. Lamentablemente, existe la impresión de que México debería figurar con mayor prominencia entre los casos de éxito de RSE de Ericsson (sólo basta ver su página web e informes para sustentar la sospecha). Esta percepción, asegura Belitardo, será desterrada a finales de este año, cuando la compañía anuncie un plan en extremo prometedor para nuestro país. México es el segundo mercado más importante de Latinoamérica para Ericsson. Ha llegado la hora de que veamos en tierras mexicanas la aplicación práctica de la “sociedad conectada”. Urge, de hecho.

 

@mauroforever | mauricio@altaempresa.com