RÍO DE JANEIRO. El representante espiritual de mil 200 millones de católicos y jefe del Estado de la Santa Sede, uno de los más influyentes del planeta, llega hoy a Brasil para atender la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud (JMJ). Se espera que la cita, que durará una semana, congregue a unos dos millones de personas, aunque hay quienes dicen que apenas reunirá a 1.5 millones de fieles, muy lejos de los casi cinco millones que se reunieron en 1995, cuando la Jornada se celebró en Manila, la capital de Filipinas.
Bajo el pontificado de Karol Wojtyla en 1995 La JMJ se celebró por primera vez en Asia. En ese continente, el país elegido para recibir al prelado fue Filipinas, el país con más católicos en Asia y el tercero en el mundo, después de Brasil y México.
El archipiélago fue evangelizado por los españoles desde el siglo XV y de ahí proviene la vocación católica de una parte importante de su población. Aunque el país fue ocupado por Estados Unidos después de la Segunda Guerra Mundial, el catolicismo sobrevivió con tal fortaleza que 50 años después, en la Jornada Mundial de la Juventud, datos oficiales estimaron en cinco millones los asistentes. Otras fuentes cifran en siete millones esa asistencia.
Desde entonces, ninguna otra edición de la JMJ ha superado ese récord. Las realizadas en París, Roma, Toronto, Colonia, Sidney y Madrid, sucesivamente, convocaron entre 900 mil y 1.3 millones de asistentes. En la XXVIII edición que se realiza esta semana en Brasil, los pronósticos estiman que reúna a dos millones de fieles.
Brasil, en América Latina tiene el mayor conjunto de fieles católicos de todo el globo. Sin embargo, en las últimas décadas el crecimiento económico del país influyó en el cambio social y cultural de un importante sector de la población. Entre 2003 y 2013, unas 20 millones de personas dejaron de ser pobres y tuvieron acceso a educación universitaria y empleos permanentes, con lo que se mudaron del campo a la ciudad.
Ese amplio sector es el que en junio reclamó al gobierno de Dilma Rousseff, el derecho a un transporte, educación, salud y vivienda dignos, que les niega la administración pública a pesar de la bonanza económica de un país con el potencial económico como el suyo. El reclamo popular que llegó a todas las ciudades brasileñas en cuestión de días, hace énfasis en la corrupción de las burocracias y llevó al Congreso a aprobar, casi al vapor, iniciativas que destinan más presupuesto -derivado de las regalías del petróleo y otros recursos- a los servicios básicos.
Un ejemplo de contrastes es San Sebastián del Río de Enero, conocido como Río de Janeiro. La ciudad representa el segundo PIB de Brasil y el trigésimo mayor del mundo, además de ser sede de Petrobras y Vale do Rio Doce, hoy privatizada, así como las más importantes firmas de medios y comunicaciones del país y América Latina. Además, es el segundo centro más grande de investigación en el país, pues aporta más de 20% de la producción científica de Brasil. Sin embargo, la ciudad aloja más de 740 favelas -barrios marginales- una de las cuales visitará Francisco el jueves próximo. Esa ciudad que por una semana acogerá a millones de peregrinos y turistas, es el reflejo de un país que apuesta a la celebración de acontecimientos de envergadura global, en medio de un elevado nivel de conflictividad social, recuerda Santiago Pérez.
La celebración de la JMJ en Brasil también es un desafío para Francisco que realiza su primer viaje a América Latina, pues encuentra una región que desde que en 2008 detonó la crisis mundial es la única que ha crecido pero también en la que conviven la desigualdad y pobreza extrema. El discurso de pobreza y austeridad del Jefe de la Santa Sede, cobra vigencia en este país donde la precariedad afecta a nueve de cada 10 brasileños, como afirman Michel Vyoleta Romero, Rodrigo Peña y Pablo Armando González, coautores del análisis: Brasil: raíces geopolíticas y actual influencia en expansión.