Los editores de la revista Rolling Stone lograron su cometido: venderla.

 

Tarea nada fácil en tiempos donde el comercio de revistas en el mundo va en declive y en donde los editores de semanarios y quincenales debe usar todo el esfuerzo creativo y transgresor para lograr que su producto se coloque.

 

No es broma: tan solo la semana pasada, en México quebró una de las dos distribuidoras más importantes de impresos en el país (Citem) y la gran mayoría del público no lo sintió. Muchos porque en este territorio no se lee y, hay que reconocerlo, lo que se lee es reciclable y barato.

 

Pero a la Rolling Stone no le afecta el cierre de Citem en México, le afectan otras desde su aparición en 1967.

 

“Todo lo que concierne a la música” es el lema de una publicación que ha tenido una simbiosis interesante entre música, política, economía, cultura y vida social. No por nada, la Rolling marcó el estilo y tendencia en el vestir y escucha de generaciones enteras de jóvenes que, en sus páginas, entendían la vida de forma menos acartonada y oficial que lo publicado en diarios locales y nacionales de la unión americana.

 

Periodistas como Hunter S Thompson (nunca alocado, pero siempre en el filo) no habrían tenido el impacto enorme entre la ciudadanía mundial sin el frasco adecuado que era la revista editada –hasta hace unos años en formato tabloide.

 

Thompson –icono del llamado periodismo gonzo-– encontró en la publicación el soporte necesario para acercarse a la llama y no hacer combustión. Por desgracia, su suerte no duró para siempre.

 

Pero, al igual que Thompson, hubo una docena de personajes que construyeron lo que se conocería como periodismo Rolling Stone. Reportajes largos y en donde la acción pasa al reportero casi sin línea divisoria, experimentación con sustancias, acercamiento en zoom al personaje. Todo, sin perder credibilidad y con un nuevo tratamiento a lo que se conoce como objetividad periodística.

 

Cameron Crowe y Patti Smith fueron reporteros de Rolling Stone, al igual que Ben Fong-Torres, Joe Esztheras y Lester Bangs (sí, aquel editor de Creem personificado por Phillip Seymour Hoffman en la película de Crowe llamada Almost Famous).

 

Esos nombres le dieron fama de duros. Duro para los políticos que, conforme envejecen, se conforman con el status Quo social.

 

Duros con los músicos que, una y otra vez, luchan por las cuatro estrellas de excelencia que los críticos de la revista dan a los mejores álbumes. Duros con las estaciones de radio que reciben payola. Duros con ellos mismos.

 

Duros en el diseño y en las fotografías. De hecho, gran número de las fotografías más reconocidas de la segunda mitad del siglo XX fueron parte de la publicación. Algunas, incluso, portadas.

 

Desde Nirvana en traje o Janet Jackson con el busto tapado antes de su falla de vestuario hasta la brutal foto de Altamont tras el incidente de los Black Angels.

 

Sin olvidar, por supuesto, la histórica foto hecha por Annie Leibovitz de Yoko Ono vestida en suéter negro y mezclilla azul y, a su lado, John Lennon desnudo casi en posición fetal. Una de las últimas fotos de Lennon antes de su asesinato fuera del edificio Dakota.

 

En últimas fechas, Rolling Stone entró en tres polémicas además de la del sospechoso de los atentados de Boston. El cambio de formato –de tabloide a dimensiones normales de revistas–, su apoyo a Barack Obama y los reportajes de Michael Hastings, reportero de guerra en Afganistán y quien desenmascaró el actuar de militares de alto rango norteamericanos en las páginas de la revista.

 

No es la primera vez que Rolling Stone entra en polémica. Décadas atrás, había dedicado una portada y amplio reportaje a Charles Manson. Fue criticada por una postura oposicionista a la legalización de la marihuana y, claro, hasta por sus calificaciones de discos.

 

Ahora, dedican una portada a un sujeto de interés público. Las farmacias CVS y Walgreens decidieron no venderla y The New York Times los defiende en una lógica sencilla: dedicar una portada no significa apoyo de ningún tipo.

 

Al final, les salió. Esta edición seguro se acaba.

 

A rodarla.