“Atahualpa”, la ópera que recrea los sucesos que rodearon el encuentro del conquistador Pizarro y el último gran emperador inca Atahualpa, en Cajamarca, y la posterior muerte del monarca del Tawantinsuyo, busca llegar a diversos escenarios del mundo.

 

Ernesto Palacio, productor general del VI Festival Internacional de Ópera, que la programó en versión de concierto sinfónico, explicó que la idea es que esta ópera represente a los peruanos, como “Aída”, de Verdi, representa a Egipto, o “Carmen”, de Bizet, a España.

 

En declaraciones vertidas en ocasión de las funciones en el Teatro Nacional, en marzo pasado, Palacio señaló que, de hecho, se hizo venir a expertos técnicos de sonido de Europa, para que grabaran la ópera, a fin de llevarla a los teatros más importantes del mundo y que “al escucharla sientan cerca a Perú.

 

Atahualpa, el último gran emperador inca, nació en Quito hacia el año 1500; hijo del emperador Huayna Cápac y de la princesa de Quito, Túpac Paclla.

 

De acuerdo con el sitio “biografiasyvidas.com” en 1525 su padre le heredó el reino de Quito, que conformaba la parte septentrional del Imperio Inca, mientras que a su hermano Huáscar le correspondió el reino de Cusco.

 

Sin embargo, la ambición de Atahualpa por expandir sus dominios provocó, posteriormente, una guerra civil en el Imperio, situación que aprovecharían más tarde los conquistadores incas para someter a sus pueblos.

 

A la llegada de los españoles, Atahualpa intentó pactar una tregua con su hermano pero no tuvo éxito, posteriormente Huáscar se enfrentaría contra su hermano en la batalla de Quipaypan, donde fue derrotado y apresado a orillas del río Apurímac mientras se retiraba hacia Cusco.

 

Tras esos acontecimientos, Atahualpa se enteró de que los conquistadores españoles se aproximaban, razón por la cual decidió prorrogar su entrada a Cusco, ya que buscaba entrevistarse con los extranjeros.

 

El 15 de noviembre de 1532, los españoles al mando de Francisco Pizarro llegaron a Cajamarca, residencia de Atahualpa, ahí pactaron una reunión entre ambos, que se realizó al día siguiente.

 

El emperador inca se presentó al encuentro desarmado y con un sequito de alrededor de cuatro mil hombres, mientras tanto las fuerzas de Pizarro, quien con anticipación había planeado una estrategia militar, rodeaban el lugar.

 

Allí, el fraile Vicente de Valverde se adelantó a recibir a Atahualpa y le ofreció una biblia con la intención de que este aceptara el cristianismo como religión y someterse a la Corona Española, ante el rechazo del emperador inca, Pizarro ordenó a sus soldados atacar, tras media hora de matanza Atahualpa fue aprehendido por los españoles.

 

En su cautiverio, Atahualpa planeó el asesinato de su hermano, ante la posibilidad de que los españoles restablecieran a Huáscar en el poder.

 

Aunque trató de convencer a los españoles de que lo liberaran a cambio de llenar de oro, plata y piedras preciosas la estancia en la que se hallaba preso no logró persuadir a Francisco Pizarro, quien un mes más tarde acusó al inca de idolatría y traición.

 

Fue sentenciado a la hoguera, sin embargo antes de cumplir esta sentencia aceptó la fe católica por lo que fue conmutado su pena por la de ahorcamiento, que se ejecutó 26 de julio de 1533.

 

Con su muerte, el ejército inca se dispersó lo significó el hundimiento definitivo del Imperio inca por los españoles, quienes en noviembre de 1533 ocuparon Cusco, según relatan las crónicas de la época rescatadas en varias biografías de Atahualpa.