BAYREUTH. El dramaturgo berlinés Frank Castorf desató este viernes una guerra de abucheos y ovaciones, al debutar en Bayreuth (Baviera) con un “Oro del Rin” sexy y desmitificador, que trastoca a los dioses de Richard Wagner en matones de gasolinera.

 

Ovaciones sin disensos para los solistas y la batuta de Kirill Petrenko, contra el pataleo de un sector del templo wagneriano, presumiblemente para Castorf y el responsable de su escenografía, Aleksandar Denic, que, por si acaso, no subieron a saludar.

 

La apuesta del “Oro del Rin”, el preludio del “Anillo del Nibelungo” en el Festival de Bayreuth, venía etiquetada de trasgresora y los abucheos parecían incluso consensuados.

 

La hijas del Rin son chicas de un motel-gasolinera de la famosa Route 66 de Estados Unidos, que tienden minúsculas tangas al sol mientras exhiben generosos pectorales, a medio camino entre Anita Ekberg y Shakira.

 

El nibelungo Alberich -Martin Winkler- es un patán adiposo y el dios Wotan -Wolfgang Koch- un gánster sobre cuyo Walhalla asomará una bandera gay. Puestos a desmitificar, el Rin es una piscina, ni siquiera hermosa, sino más bien un barreño grande de plástico azul.

 

Castorf, adicto al vídeo, proyecta lo que sería la lucha por el poder y la traición entre mitos germanos, en una pantalla sobre los rótulos del hotel.

 

Dos cámaras siguen a sus personajes, robando planos y espacio a los excelentes solistas, Claudia Mahnke, como Fricka, y Elisabeth Strid, Freia, junto a las mencionadas voces masculinas.

 

A Castorf se le esperaba con las uñas fuera, después de que los medios avanzaran que su “Anillo” trastoca la lucha por el poder de Wagner en un “soap” de ambiente petrolero y entre seres de medio pelo.

 

Hubo finalmente más aplausos que tormenta, al menos para esa primera pieza, como si se le brindase el beneficio de la duda, a la espera de lo que vendrá en los próximos días.

 

Al estreno del “Anillo” en Bayreuth se la da una trascendencia rayana a lo sacramental en el universo wagneriano, máxime en un año en que se conmemora el bicentenario del nacimiento del genio.

 

En ese mismo lugar estrenó Wagner su tetralogía en 1876, cuatro años después de conseguir juntar el dinero suficiente -principalmente, de Luis II de Baviera- para levantar su teatro, que tras siglo y medio sigue consagrado al culto en exclusiva al compositor.

 

Hasta hoy se han representado en ese festival 14 versiones del “Anillo”, desde las más o menos continuistas en vida del compositor o bajo la gestión de su esposa Cossima a las de la era moderna, tras la refundación del festival después del Tercer Reich.

 

El diario “Norbayerische Kurier”, órgano oficioso del festival, consagraba hoy su edición especial a repasar cada una de esas versiones modernas, desde las que retomaron los nietos de Wagner, Wolfgang y Wieland, en los años cincuenta, hasta las rompedoras.

 

A la más emblemática, de Patrice Chereau y Pierre Boulez, se la etiquetó del “Anillo del siglo”, por contenido y por estrenarse en 1976, cien años después de la primera dirigida por Wagner.

 

Chereu y Bouez triunfaron, aunque precisaron varias ediciones hasta ganarse la ovación más cerrada que se recuerda en Bayreuth.

 

Harry Kupfer y Daniel Barenboim, en 1988, rozaron el hundimiento, mientras que Alfred Kirchner y la diseñadora Rosalie dividieron opiniones, en 1994, sin llegar a convencer.

 

Jürgen Flimm y Giuseppe Sinopoli optaron por la vuelta a lo clásico, en 2000, y finalmente al directo predecesor de Castorf, Tankret Dorst, en 2006, se le castigó al abucheo general.

 

Al estreno del “Oro”, concebida como preludio y compuesta por Wagner después que el resto, seguirán a partir de mañana las monumentales “La Valkiria”, “Sigfrido” y “El ocaso de los dioses”.