SAN PEDRO DE ATACAMA, CHILE. El sol despunta en Cahjnantor, una planicie situada en plena cordillera de Los Andes, a más de cinco mil metros de altitud sobre el mar. El termómetro apenas marca 3º C cuando un pequeño y radiocontrolado insecto de fibra de carbono intenta elevarse para fotografiar las antenas del radiotelescopio ALMA y batir el récord mundial de vuelo en altura con multirrotores.
Pero para hacer la primera fotografía aérea del Atacama Large Millimeter/Submillimeter Array, el proyecto astronómico más grande del mundo, ubicado en la región chilena de Antofagasta, el pequeño engendro debe superar numerosos retos.
La duda sobre su capacidad de volar viene persiguiendo al equipo de X-Cam desde los 475 metros de altura de Santiago, mil 600 kilómetros más al sur.
Despegar en Chajnantor, uno de los lugares de más difícil acceso del planeta, es un reto. Nadie antes hizo volar un aparato. A mayor altura el aire es menos denso y las hélices pierden sustentación. Además, la falta de oxígeno obliga a aclimatarse o a oxigenarse artificialmente.
En el suelo, sobre unas rocas pulidas por el hielo y rodeadas de nieve, el insecto titila con luces verdes y rojas posicionándose satelitalmente, mientras las seis hélices vibran sacudidas por el viento cordillerano. Los monitores portan dos tubos de oxígeno en caso de ser necesarios.
Técnicamente, el equipo se define como un “drone” eléctrico tipo hexacóptero, con capacidad para realizar fotografías y vídeos aéreos que se pilota por control remoto y que está diseñado para volar, pero a cuatro mil 525 metros más abajo.
Los programas de cálculo que se usan para montar estos equipos aseguran que no será posible despegar, opinión que comparte la mayoría de aeromodelistas en sus blogs. Pero eso no desanima al equipo.
Si en los géiseres del Tatio, a cuatro mil 200 metros sobre el nivel del mar, hay gaviotas debe ser por algo. Un ave nunca volaría en un lugar donde necesita usar un 90 % más de energía solo para comer un plato distinto.
Lo que sí está claro es que hay que modificar y aligerar el equipo. Lo primero, cambiar las hélices por unas de mayor empuje y luego quitarle todas las piezas no imprescindibles. Ahora pesa 1.2 kilos menos y toca entonces pensar en el frío.
Con una temperatura media de 4°C, la carga de las baterías se reduce un 75 %. La solución es “vestirlas” con ropa térmica y aluminio, además de “empollarlas” con la calefacción del auto hasta que vayan a ser usadas.
Comparada con ALMA, la ambición del equipo de radiocontrol X-Cam es bastante modesta. Mientras que el radio telescopio busca en el espacio a miles de años luz de la tierra, ellos solo esperan levantar la cámara con el multirrotor unos 90 metros sobre la planicie.
El diámetro total de las 66 antenas es de 16 kilómetros, comparados con los 60 centímetros que mide el aparato. Los camiones que transportan las antenas tienen un peso de 120 toneladas, exactamente 119 mil 998 kilos más que el insecto mecánico.
Quizás lo único en común es que ambos comparten la transmisión por ondas de radio y el afán por hacer algo inédito.
Las luces del hexacóptero titilan rápidamente para avisar de que ya se posicionó satelitalmente y memorizó el lugar en el que está, de manera que si falla el contacto con la radio, se activará el piloto automático y regresará al punto del despegue.
Tras una concisa prueba de estabilidad, toma altura cautelosamente. Es hora de apuntar la cámara fotográfica hacia las antenas para tomar imágenes. Como hubo que quitarle accesorios, el aparato vuela a ciegas y ello obliga a imaginar las fotografías desde 300 metros más abajo.
En las capas más altas el viento sopla a rachas, arrastra el equipo y lo desestabiliza. Hay que mantener la concentración al máximo, con la vista cara al sol puesta en un insecto electrónico no más grande que una bandeja y los dedos entumecidos por el frío.
El aparato vuela sobre un mar de antenas que cuestan decenas de millones de dólares. Un error resultaría fatal. Por eso el equipo suspira aliviado cuando las baterías avisan de que llegaron al límite.
Han pasado cuatro minutos y medio. El hexacóptero ha batido el récord del mundo de vuelo en altura con multirotores en una llanura llamada Chajnantor, que en el idioma de los Lican Antai, los habitantes originarios de esta zona, significa “Lugar de Despegue”