TEPALCATEPEC, México.- Como coordinador del grupo de autodefensas de esta cabecera municipal, Roberto Mendoza parece dominar muy bien su papel, aunque no siempre fue así; antes, era sólo un productor y exportador de limones, a quien Los Caballeros Templarios exigían permanentemente dos pesos por cada kilo del cítrico.

 

Ahora conduce una camioneta con vidrios polarizados y avanza por las calles de esta cabecera municipal flanqueado por hombres fornidos que esconden en los pantalones las armas que son parte de la guardia comunitaria

 

Al principio, cuenta, tomó las armas por un asunto de matemática básica: los dos pesos de extorsión, aparentemente insignificantes, al multiplicarse por las casi 5 mil toneladas de producción diaria regional, sumaban poco más de un millón de dólares que iban a dar a los bolsillos del crimen organizado.

 

Mendoza nutrió, sin quererlo, durante cinco años este esquema que encadenó a miles de campesinos de una de las áreas más fértiles para la agricultura del país, porque no quería poner en riesgo el capital familiar que en parte provenía de sus parientes en Estados Unidos.

 

La mayoría de las 37 mil hectáreas de limón y 120 mil de aguacate que colocan a Michoacán como estado líder de ambos productos a nivel nacional, tienen inversiones binacionales, sea por remesas o por inversión de empresarios.

 

“Los delincuentes no pedían el dinero directamente a los campesinos, sino a los empacadores y ellos descontaban a los productores la parte proporcional del limón entregado, y si nos negábamos, no lo compraban”, narra Mendoza al subir en la patrulla comunitaria #5 una empinada calle rumbo a la base de operaciones donde coordina 38 patrullas de las autodefensas.

 

El mismo esquema era para los tortilleros, los vendedores de carne o cualquier producto: la extorsión era directa para los intermediarios entre la producción y el mercado, pero en ocasiones los delincuentes tomaban el papel de agentes y nadie podía comprar o vender sino a través de ellos.

 

Las compañías transnacionales Catania, Sabritas, Bimbo y Pepsi Cola intentaron evadir esta restricción con pésimos resultados: sus unidades fueron quemadas en inhóspitas carreteras.

 

Con todo en contra para la productividad, no fue precisamente la extorsión lo que terminó con la paciencia de los hombres de negocios en Michoacán, sino el asesinato de una joven pareja de queseros porque no pudieron pagar mil dólares para que Los Templarios los dejaran cuajar su leche en paz. El matrimonio fue emboscado y acribillado. El cadáver desnudo de la mujer fue el festín erótico de los sicarios.

 

De la necrofilia quedó constancia en un celular que decomisaron los policías comunitarios de Tepalcatepec poco después de que echaron al alcalde Guillermo Valencia por presunta complicidad con los gatilleros que controlaban la zona.

 

“Era lo último que podíamos soportar”, reconoce Mendoza en cuanto llega a la base de las autodefensas.

 

Unos cuantos kilómetros al sur, los hombres de negocios en el Sistema Producto Limón, en Apatzingán, sostienen que la presión de trabajar en medio de la inseguridad tiene altos costos, más allá de la coyuntura.

 

“Frena la inversión que podría mejorar la industrialización del limón mexicano”, dice Jorge Hernández, presidente de los empacadores locales, que ya se preparan para la apertura arancelaria de Perú, su principal competidor.

 

Gabriel Vega, dueño de la compañía Limones Vega, que exporta el cítrico para supermercados hispanos en Los Ángeles lamenta también su parte. “Es muy difícil crecer en un ambiente de incertidumbre”.