La bailarina mexicana Elisa Carrillo, la primera bailarina del ballet de la Ópera de Berlín, estrenará el 30 de agosto en México un espectáculo de danza inspirado en la pintora Frida Kahlo (1907-1954), a la que admira como «artista y como mujer».
Se trata de una coproducción ruso-mexicana, que pone de manifiesto la «relación de la pintora con Rusia», dijo en una entrevista.
«Ella fue comunista y tenía una conexión muy grande con la Unión Soviética», recordó.
Se trata de un espectáculo inspirado en la artista y en cómo una joven la toma como modelo para cumplir sus sueños.
La bailarina, que recientemente inauguró la Fundación Elisa Carrillo Cabrera para promover la danza, aseguró que le gustaría llevar el espectáculo a otros países, aunque, por el momento, solo tienen previstas dos funciones en México: el 30 y 31 de agosto en el Centro Cultural Mexiquense (Estado de México).
El Gobierno de Estado de México, donde nació en 1981, fue el primero en apoyar su recién inaugurada fundación, a través de ayuda económica para crear el ballet inspirado en la que fue esposa del pintor Diego Rivera.
Sin embargo, añadió, «aún queda mucho por hacer» respecto a la difusión de la danza en el país.
«Creo que, igual que se conocen los deportes, habría que dar a conocer la danza», recalcó, y destacó la importancia que tiene enseñar a los niños la «belleza» de las artes.
Carrillo aseguró que aunque hay cada vez más gente ve las bellas artes, y la danza en particular, «como una forma de vida», es necesario un «mayor apoyo» por parte del Gobierno para promoverla.
«Desgraciadamente, con la situación que vive el país, la gente no tiene recursos para comprar un boleto para la danza», señaló.
A Carrillo le tiembla la voz al hablar de perfección porque, en su opinión, es imposible de alcanzar.
«Siendo primera bailarina, tengo que trabajar y mantener mi nivel porque si me acomodo y no avanzo, me muero como artista», advirtió.
La trayectoria de esta artista mexicana recuerda que la vida no es otra cosa que una carrera de obstáculos. En su caso, su marido y pareja de baile, Mikhail Kaniskin, fue una suerte de salvación.
«Cuando llegué a Londres (Reino Unido) con 16 años tenía miedo porque yo era diferente: tenía otro color de piel y de pelo», comentó Carrillo.
Así, consiguió convertir sus diferencias en un «arma» y encontrar un hueco en un mundo caracterizado por una intensa competición.
Hoy es consciente de que el tiempo corre en su contra y de que el paso de los años no perdona a las bailarinas.
«Es importante tener claro que en algún momento la carrera como bailarina en el escenario se va a acabar», confesó.
Por ello, y como forma para promover la danza, creó la fundación que lleva su nombre para contagiar a las nuevas generaciones con su espíritu entusiasta de la importancia de las artes.