Morelos históricamente ha convivido con el narcotráfico. A lo largo de 20 años han sido decomisadas casas a la familia Juan José Esparragoza Moreno, El Azul; Amado Carrillo Fuentes, El Señor de los Cielos; o los hermanos Beltrán Leyva.

 

Por su posición geográfica y características climáticas, el estado cumple diferentes papeles en la estructura del crimen organizado. Es un corredor para la siembra y tráfico de marihuana y amapola, también sirve de almacenaje y cuenta con un mercado de venta y consumo. Además, se ubicaba como una zona de descanso para los narcotraficantes y sus familias y punto de encuentro entre capos de la droga para sus negocios.

 

Hasta hace unos años, el estado era una zona en donde no había confrontación y conflicto, un espacio neutral para los cárteles. Pero con el asesinato de Arturo Beltrán Leyva en el 2009 y la llegada de Los Zetas y La Familia Michoacana, ahora llamados Caballeros Templarios, comenzó la confrontación entre grupos y la pelea por el territorio centro del país.

 

Los nuevos grupos “se metieron con la gente”, cuenta un agente federal que conoce la zona. “Comenzaron a cobrar por seguridad, secuestrar y extorsionar a comerciantes y personas con ingresos económicos medio y alto, y la autoridad no hizo ni hace nada. Se descompuso todo”.