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La atleta rusa Yelena Gadzhievna Isinbáyeva, la atleta más carismática desde los tiempos de la estadounidense Florence Griffith, ejecutará mañana en el estadio Luzhnikí su último salto antes de arrumbar la pértiga que durante quince años ha sido como la prolongación de sus brazos.

 

El  martes 13 de agosto es el día fijado para el comienzo de su última competición, la final de los campeonatos del mundo, y por primera vez Isinbáyeva no cargará con la pesada responsabilidad de ser la favorita. El último de sus dos títulos mundiales data ya de hace seis años.

 

A lo largo de su carrera deportiva la atleta de Volgogrado ha conseguido 28. No podrá, por tanto, ver realizado su sueño de alcanzar los 35 récords del ucraniano Sergey Bubka, actual plusmarquista masculino de pértiga reconvertido en vicepresidente de la IAAF y aspirante a la presidencia del COI.

 

Si un tiempo disfrutó de un margen de seguridad gigantesco con respecto a sus rivales, hoy media docena la han alcanzado y le disputan, muchas veces con éxito, la victoria con deportiva insolencia.

 

Nunca más tendrán los aficionados la oportunidad de ver en acción a Isinbáyeva, que en sus mejores tiempos congregaba multitudes convocadas al reclamo no sólo de la victoria, sino de un récord mundial casi seguro.