De entre los tópicos más espinosos de la vida laboral, ninguno es tan potencialmente destructivo como el romance en la oficina. ¿Es pertinente sostener relaciones sexuales con una compañera o compañero de trabajo? ¿Pueden ser exitosas las relaciones entre colegas que comparten un espacio laboral? ¿Qué tanto afecta la relación al equipo? ¿Puede una empresa asumirse como autoridad moral y trazar la línea?
Los romances en la oficina no se pueden evitar. Los hábitos sociales de la comunidad ejecutiva mexicana han cambiado dramáticamente en los últimos 30 años. Antes, cuando las mujeres ejecutivas brillaban por su ausencia y la aplastante mayoría de los hombres aspiraba a casarse entre los 25 y 35 años, los encuentros sexuales en la oficina se reducían a manifestaciones de poder y estatus; a la clásica relación entre el jefazo y su secretaria, que si bien era algo a tono con los viejos usos y costumbres empresariales, no impactaba sustancialmente en la toma de decisiones.
Hoy, las mujeres han escalado en la jerarquía corporativa y ocupan puestos de poder real. Las expectativas con respecto al matrimonio, además, se han transformado: un creciente número de hombres y mujeres priorizan el éxito laboral por encima de la vida en pareja. Con jornadas de hasta 14 horas diarias, las posibilidades de conocer candidatos potenciales se reducen de manera considerable. En la mayoría de los casos, los puntos tradicionales de encuentro entre solteros–bares, fiestas, reuniones— tienden a perder importancia una vez que la persona cruza los treinta años (y se está demasiado cansado para “ligar” un viernes por la noche). La oficina, en cambio, se transforma en un lugar donde la gente comparte intereses similares y se cuenta una idea general sobre la persona antes de relacionarse con ella.
Las cifras indican un giro de percepción. De acuerdo con un reciente reporte de la Sociedad de Management de Recursos Humanos (SHRM, por sus siglas en inglés), de un universo de 617 compañías trasnacionales, el 72 por ciento no cuenta con una política definida que prohíba relacionarse sentimentalmente con alguien de la oficina; otro 14 por ciento sostiene que, si bien no tiene una política escrita, sí se preocupa en crear un ambiente que las desaliente, y sólo 12 por ciento se opone rotundamente a los romances entre compañeros laborales. En el mismo reporte, 55 por ciento de los directores de Recursos Humanos afirma que, en su experiencia personal, alrededor del 50 por ciento de los romances en la oficina culminan en matrimonios. Un porcentaje mucho mejor que el de, digamos, un romance que inicia en una discoteca.
Las empresas modernas deben ser respetuosas de sus empleados, pero también deben asegurarse de que la vida privada de los mismos no afecte el desempeño organizacional. Nos guste o no, los romances en la oficina van a ser más comunes. Van algunos consejos a seguir en caso de que aparezca esa contingencia llamada sexo:
*Conozca las políticas de su empresa. Antes de embarcarse en un romance, investigue si la empresa cuenta con políticas al respecto (escritas o no escritas). Sondee la postura del jefe respecto a esta clase de relaciones.
*Intente relacionarse con personas ajenas a su departamento. Relaciónese con gente fuera de su departamento y de un status similar. Esto le permitirá hacer pública su relación con reacciones adversas limitadas por parte de sus compañeros.
*Evite las relaciones jefe/subordinado. No sólo nunca se librará de sospechas de que ejerce una velada forma de dominio (el jefe que consigue favores sexuales), sino que creará conflictos en el equipo (afrontémoslo: ¿despediría a su novia si es ineficiente, o viceversa?). Peor aún, si la ruptura es amarga, se corre el riesgo de exponer a la empresa a venganzas en forma de acusaciones de acoso sexual. Es algo más común de lo que imagina.
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