Tal como lo imaginé caímos bajo los efectos encantadores de San Francisco, algo tiene esa ciudad que conforme pasan los minutos… las horas… los días… un especie de sopor se apodera de tu mente. Hasta ahora me ha sido difícil describir el estado al cual se entra después de unos días de estancia en esta ciudad, lo único que se acerca sería el famoso jet lag, pero aún así las diferencias son muy marcadas.
Regresamos a la ciudad de México el día lunes por la media noche, lo que nos permitió dar una buena caminada por Frisco por la mañana, el día anterior había sido el cierre magno de Outside Lands y después de tres días de hippismo y fantasía me sentía realmente cansado, agotado. Aún así caminamos, subimos decenas de pendientes, corrimos para alcanzar el autobús, caminamos por caminos equivocados y una vez que fue tiempo de ir al aeropuerto caminamos a nuestro barrio. Al llegar el martes por la madrugada a la ciudad, sin haber dormido más que dos horas sumando los pequeños cachitos que logré dormitar en el vuelo, entré directo al rush del trabajo, solo pude dormir una hora más en mi departamento para después salir corriendo al museo Anahuacalli a cumplir con otro compromiso laboral. Ahora pasó un día más, hoy es jueves y por fin puedo sentarme a terminar la redacción de esta cobertura.
Es extraño viajar, un día estas adaptándote a un lenguaje diferente al que utilizas diario; a modismos que a simple vista no parecen ser tan distintos a los de tu país, pero que con el tiempo observas que son muy diferentes; costumbres, colores, sabores, olores y demás características culturales.
Mirando algunos días atrás, con cierto esfuerzo, recuerdo el último día en San Francisco, desperté ahora sí destrozado. Mi voz, mi estado de ánimo y sobre todo mi estómago estaban claramente dañados por el recorrido hasta en ese momento realizado, pero los deseos y la curiosidad que me daba recorrer la ciudad me animaron a levantarme, escribir rápido la reseña y salir a las calles. Mis pies se quejaron desde la primera cuadra, los ignoré por completo, no me tomé la molestia de meterlos en agua con sal o alguna jotería del estilo, más bien respiré profundo y me dije a mi mismo, “es el último día, la recta final siempre es lo más difícil, pero es justo ahora cuando se debe poner en práctica la resistencia y la paciencia.”, seguí adelante gracias a mis lecturas y prácticas espirituales. Esta vez bajamos hasta el Centro desde el número 1253 de la calle Golden Gate, en nuestro camino nos encontramos con toda la comunidad afroamericana de la ciudad, que parafraseando a Kelly es súper pequeña comparada con la de otras ciudades de Estados Unidos, seguimos bajando hasta llegar a la avenida Market. Esta es una calle donde pasan numerosos transportes públicos, hay centro comerciales, diferentes hoteles, tiendas y graffitis. Recuerdo perfecto que cuando estábamos caminando por esa avenida comencé a tener algunas alucinaciones, al menos es lo que creo, las ignoré en el momento y me concentré en entrar a Urban Outfitters. Todo se veía perfectamente normal dentro de esta tienda, todos estaban muy arregladitos, perfumados, desarregladamente perfectos podría decir, pero algo seguía escondiéndose en mi inconsciente.
James se acercó a mi, “Perro vamos a comer con Juan Carlos a la marina, queremos darnos una clam chowder antes de irnos de aquí”, al no tener ningún tipo de plan más que volver a México le dije que fuéramos. Tomamos un camión que nos llevó hasta ahí, recorrimos de un lado a otro la ciudad, fue un gran paseo, reconocimos la esquina en la que habíamos estado el primer día, donde está la librería City Lights, el restaurante Nanking, en fin ya me sentía mucho más adaptado al lugar, es curioso como cuando más sientes que te estas encontrando en un nuevo sitio es cuando tienes que despedirte de él. Nunca se me han complicado las despedidas, salvo algunos casos raros, siempre tengo deseos de regresar a casa, amo mi país.
Llegamos a la marina, “… entre más te acercas al mar el viento se pone más frío”, recuerdo a Kelly explicándome un poco la lógica del clima de SF, pero el día estaba súper soleado, su belleza y calor me resguardaban del frío y seguía en playera. Caminar tal vez subió mi temperatura, el paísaje era hermoso, una opinión que naturalmente viene a tu mente al enfrentarte al mar, cada vez que llego a una playa pienso lo mismo… no cabe duda que somos agua. Después de unas cuantas fotografías y bromas buscamos a Juan Carlos, llegamos a Boudin, el restaurante acordado, no está, nos encontramos a una amiga en común y nos dice que ya comieron y están dando un paseo. Sin resentimientos y sin frío decidimos sentarnos a comer la clam chowder tan famosa, este era un restaurante que en realidad no me parecía nada fuera de lo normal. Me acerqué y pagué, me senté con Julio y James y le di la primera cucharada, creo que aún puedo sentir el sabor en mi lengua, estaba deliciosa, servida en un pan enorme esta clam chowder creo que sí es de las más ricas que he probado, que siendo sincero con ustedes no es una opinión muy experimentada en el área culinaria así que tendrían que probarla por ustedes mismos.
La marina es un lugar sin duda hermoso, vale mucho la pena visitarla si se está en Frisco. Es el clásico pueblito gringo, construido casi como para Disney, recuerdo haberme preguntado si cientos de años atrás este espacio habría existido, seguramente fue mucho más hermoso antes de que pareciera un mall marinero. En este lugar pudimos ver a lo lejos a Alcatraz, la famosa prisión de alta seguridad de la cual nadie podía escapar. La hora de partir estaba muy cerca ya, era hora de ir a Haight, la calle de las pipas, de los hippies, donde está la tienda de discos Amoeba, y la famosísima esquina de Haight y Ashbury. Las alucinaciones seguían, en ese momento me di cuenta que desde que el gato negro se había metido a mi cuarto me había sentido distinto, a la fecha es algo que todavía no tengo muy claro, no me puedo explicar ni las alucinaciones ni porqué mi cerebro lo relaciona con el minino. Llegamos a Haight y la excursión por las tiendas de pipas inció, había de todos los tamaños, colores, utilidades y formas, fue difícil escoger la indicada, pero como en Harry Potter dejé que la pipa me escogiera a mi. Para este momento ya nos encontrábamos apurados por llegar por nuestras maletas y salir disparados al aeropuerto, Kelly no nos contestó en todo el día y no teníamos WIFI para ver dónde estaba. Entramos a unas cinco tiendas más y corriendo regresamos a Golden Gate 1252, los mareos y las alucinaciones seguían, hice mi maleta rápido, me lavé los dientes, me senté en el sofá y me dormí por completo. A partir de esta parte de la historia no podría asegurar nada, no sé si fue ficción o realidad, solo tengo destellos de imágenes en el aeropuerto, en el coche de Kelly platicando y despidiendome de ella, algo le decía de la Ciudadela en México. No sé cómo me subí al avión y tampoco se cómo amanecí en mi departamento, pero lo que sé es que cuando abrí los ojos el gato negro estaba encima mío. Sin duda este #Tripzine fue uno mágico y lleno de fantasía, pero este final jamás lo vi venir. Hasta la próxima.