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CANCÚN. Jeff Bezos paga 250 millones de dólares por The Washington Post y la prensa mexicana interpreta que es el fin del periodismo, de los diarios en papel, que es el fin del mundo. El creador de Amazon entra a través de un diario con 135 años de edad, a un mundo en decadencia. Es un escándalo entre los llamados newsosaurs, que han visto cómo los símbolos de su reinado caen uno a uno frente a las ofertas de compra de nuevos millonarios que tienen nuevas ideas, para viejas costumbres, viejas mentes y viejos vicios.

Mientras me tomo una cerveza sobre la arena blanca de Cancún, a unos pasos del mar que parece que se le acabaron las olas, veo a muchos hombres y mujeres con novelas, revistas o e-books en la mano. Tapan con sus historias el golpe del sol que dora las pieles curtidas por focos de oficina ahorradores de energía. Los camastros están llenos de gente leyendo, en diversos formatos.

En un par de días, sin querer, he escuchado a analistas de un canal de Miami hablando de los posibles intereses ocultos detrás de la compra de The Washington Post. También vi algunas portadas de diarios mexicanos, anunciando especiales en los que se especula sobre el fin del papel.

A mí lo que me genera la incursión de Bezos al periodismo es una enorme alegría. Aunque no tengo muchas expectativas, pues recuerdo el caso de Steve Jobs y Rupert Murdoch, quienes unieron sus mentes para crear The Daily (el extinto diario del futuro).

En realidad, me genera alegría porque Jeff Bezos no es un empresario cualquiera. Los que conozco, que son dueños de diarios, por lo general son personas que tienen una gran fortuna, cultivada en otros campos, y que les encanta aparecer en las páginas de sus medios bajo titulares que hablan de su extrema bondad, en donde sus fotógrafos los retratan como los más guapos y mejor vestidos y sus editores cambian una y otra vez los textos hasta que el patrón queda conforme con el mensaje que sus incondicionales le dicen al oído que debe mandar. Mientras ellos se dicen benefactores de la sociedad, sus reporteros apenas y alcanzan a pagar la renta con su salario, visten mal y parece que su única diversión es emborracharse los jueves con sus colegas, pues para vacaciones y otro tipo de diversiones no les alcanza. Se refugian en el trabajo, una profesión que les permite soñar que son amigos de los secretarios de estado, de los millonarios y de los deportistas que les quitan el hambre con un desayuno, comida o cena en lugares a los que no pueden llevar a sus familias con el cheque de la quincena.

A finales de 2012, les recordaba que Jeffrey sería una de las figuras a observar este año. Y no me hizo quedar mal.

“Cuando por primera vez le dijeron que había sido incluído en la lista de los 400 millonarios estadunidenses de Forbes, Jeffrey dijo que la única diferencia real era que ya no tenía que mirar los precios del menú antes de hablar con el mesero. Si le gustan unos zapatos, compra cuatro pares de una vez y los cambia hasta que su mujer le recuerda que ya es necesario. Su guardarropa por lo general está conformado por un par de khakis, camisas blancas y azules.

“Jeff Bezos es el hombre que hace 17 años creó Amazon. Hoy, con la muerte de Steve Jobs y millones de geeks sin guía espiritual (Bill Gates nos abandonó antes), se ha convertido en el nuevo personaje de culto. Puedo asegurarles que 2012 fue su año. Su periodo de consagración. Fue tal su atractivo, que las revistas de negocios más importantes de Estados Unidos se peleaban por él. Fue nombrado top CEO por una publicación, y hombre de negocios del año por otra. Los editores y reporteros involucrados en las historias se atacaban en blogs por detalles que aseguraban haber descubierto antes que nadie. Los adjetivos para resumir su grandeza compiten en todos los perfiles que de él se imprimen”.

Les decía en ese texto hace unos meses que, sin temor a equivocarme, puedo decirles que si Jobs transformó la industria musical, debemos reconocerle a Bezos haber transformado la industria editorial, con la competencia de precios que provocó con su sistema de ventas en línea, y luego con la creación del Kindle, el libro electrónico que es puerta de entrada a todo un universo de contenidos.

Quiero pensar eso, y no que Bezos compró The Washington Post para callar a los reporteros que investigan sobre las tecnologías que utiliza el gobierno para controlar a las masas. Recuerden, Amazon es la empresa que controla la información de las agencias de seguridad estadunidense, pues es la que cuenta con la tecnología más avanzada para almacenar información en grandes cantidades, en nubes privadas que todas las grandes empresas quisieran replicar pero no pueden. Además, junto con el Financial Times, el Post fue el vehículo de las revelaciones de Edward Snowden, hoy el hombre más protegido en Rusia.