Ya lo dice Sandor Marai en su novela La mujer justa, a través de Marika, narrando a una amiga el dolor tras un amor fallido y un divorcio sin marcha atrás: “Un día desperté, me incorporé en la cama y sonreí. Ya no sentía dolor. Y de pronto comprendí que la persona justa no existe. Ni en el cielo, ni en la tierra, ni en ningún otro lugar. Simplemente hay personas, y en cada una hay una pizca de la persona justa, pero ninguna tiene todo lo que esperamos y lo que deseamos”.
¿Y cómo es que a veces nos toma toda una vida entender que el amor total no es humano? Y por buscarlo, vamos de desencanto en desencanto creyendo que lo encontraremos. Quizás lo más difícil de aceptar como seres humanos es que somos incompletos, ansiosos y con una permanente sensación de falta, de defecto. Nacemos con una absoluta dependencia de los demás y con un anhelo y necesidad primaria de alguien que nos colme, nos cuide, nos llene.
Pero un amor así se asemeja más al amor de una madre a su hijo (de algunas madres, ya que ni nosotras damos tanto para siempre) que a un amor adulto. Cuesta aprender e incorporar que el amor adulto nos deja algo insatisfechos, algo inconsolables. En un encuentro amoroso, pasado el enamoramiento, queda siempre una huella de fragilidad y de indefensión, de sentirse incompleto, y por eso sentimos insatisfacción y melancolía.
A veces nos recriminamos por no lograr ese amor perfecto, por haber elegido mal, por haberlo “echado a perder”; en otras, acusamos al otro por no darnos eso que queremos y necesitamos, por no entendernos, por amarnos a “medias tintas”. Pero es que, en estricto sentido, sólo los enamorados (o los locos) afirman (y únicamente por un periodo corto) que “no hay amor perfecto sin ti”.
Yo me adhiero a Peter, el ex esposo de Marika, quien llega también a la misma convicción: “… esperaba que existiese un cuerpo, un único cuerpo capaz de acoplarse en perfecta armonía a otro para aplacar la sed del deseo y el hastío de la satisfacción en una especie de manso reposo… En la vida real no existe, pero yo entonces no lo sabía”.
Vayamos sabiéndolo a tiempo para poder disfrutar de los amores “imperfectos” que elijamos vivir, conscientes de que detrás de cada uno de ellos sólo hay eso: una persona con un puñito de cenizas y destellos diversos de luz.