Hoy fue un día agitado para Sandra Ávila Beltrán, La Reina del Pacífico. Comenzó temprano en Laredo, Texas, y por la tarde ya ocupaba una celda en el penal de máxima seguridad de Tepic, Nayarit.

 

Antes de las 8 de la mañana fue la última pasajera que abordó el avión MD-80, con matrícula americana y sin marca comercial, rentado por las autoridades para repatriar a 129 mexicanos, que abarrotaron la aeronave, todos ellos hombres.

 

Durante el vuelo, un agente estadounidense custodió a La Reina del Pacífico, lo que impidió que tuviera algún contacto con algún pasajero. A las 10:50 horas aterrizó el avión en el aeropuerto de la Ciudad de México, donde le esperaba un discreto operativo de la Procuraduría General de la República (PGR), con la presencia de personal del Instituto Nacional de Migración, incluido su director Ardelio Vargas; del Centro de Investigaciones y Seguridad Nacional (CISEN), y del Ejército; así como del Servicio de Inmigración y Aduanas de Estados Unidos.

 

Al llegar el avión al acceso número 52 de la Terminal 2 del aeropuerto, la primera en descender, pero por la zona de pistas, fue Ávila Beltrán, a quien la Policía Federal Ministerial colocó un chaleco verde fluorescente y la esposaron. Como custodias responsables quedaron dos mujeres agentes, quienes la llevaron a una camioneta gris que la trasladó al hangar de la PGR.

 

Al dejar la aeronave su larga cabellera negra entrecana cubría parte de su rostro, que al despejarse se mostraba demacrado y en el que por instantes surcaba una leve sonrisa. Vestía pantalón azul de mezclilla, camisa blanca y zapatillas negras.

 

En el hangar de la PGR le practicaron un examen médico y allí permaneció durante más de una hora y media. Otro vuelo la llevó hasta Tepic, Nayarit, en donde otro despliegue de seguridad la esperaba para llevarla al Cefereso número 4, al que ingresó a las 14:35 horas.

 

Nuevamente quedó fichada en un penal mexicano. A partir de hoy se reactivará el juicio por lavado de dinero que se había suspendido ante su extradición, hace un año, en Estados Unidos.

 

No sirvieron de nada los cuatro amparos que en las dos últimas dos semanas sus abogados tramitaron para evitar que Ávila Beltrán fuera detenida y recluida en un penal de máxima seguridad, desde ayer duerme en uno.