La historia de repatriación de Ankitkumar Bharatbai Patel, ciudadano indio es un tanto diferente a la de las otras víctimas de la masacre de San Fernando, porque su cadáver buscó a su familia y no al revés.

 

Su cuerpo regresó a su país en julio de 2011. El tiempo que tardó en ser repatriado puede ser mucho o poco, según se vea la misión de hallar a una familia en un país de 28 estados, siete centros administrativos y 1,200 millones de habitantes.

 

Donde la economía crece hasta 9% al año, pero un tercio de su población vive en pobreza extrema. Y a éste sector es al que pertenece la familia de Ankitkumar, el migrante indio muerto en Tamaulipas, México.

 

Fue en agosto de 2010 cuando 72 cuerpos de migrantes, 58 hombres y 14 mujeres, fueron hallados luego de que el cartel de Los Zetas los ejecutara entre los días 22 y 23 en el ejido de El Huizachal, en el municipio tamaulipeco de San Fernando.

 

En primera instancia muchos fueron considerados como no identificados, y entre ellos estaba este joven de 22 años al momento de su muerte.

 

Muchos migrantes destruyen sus papeles justo antes de entrar a México, precisamente para que cuando las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) los detengan –con 45 estaciones a lo largo del país– no puedan establecer su nacionalidad y aprovechando su tipo físico puedan hacerse pasar como mexicanos, previa cuota de corrupción a cambio.

 

Pero Ankitkumar no lo hizo. Al momento de morir llevaba consigo su pasaporte. Aunque ilegible, roto, carcomido por la intemperie, éste sirvió para dar con su familia por la región y características del documento.

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Las autoridades mexicanas contactaron a la embajada de India para avisarles que al menos uno de los muertos en esa masacre era ciudadano indio, y advertía que pudieran ser más.

 

Había la sospecha de que el cuerpo 20 y el 8 eran indios, sin embargo, los cuerpos estaban en tal grado de descomposición que era imposible rescatar sus huellas dactilares.

 

El consejero de la embajada, el señor Balasubramaniyan, fue el encargado de identificar a sus connacionales. Sólo Pudo confirmar a cabalidad la identidad del número 8 de la morgue: Ankitkumar Bharatbai Patel.

 

Un nombre poco común en India, sin embargo se encontraron 32 homónimos. Tomando en cuenta que éste iba a los Estados Unidos en busca de una mejor oportunidad de trabajo, el diplomático asumió que se trataba de un joven sin estudios concluidos y eso redujo la búsqueda a doce.

 

Después de una larga investigación para dar con la familia Bharatbai Patel, se encontró a una que reportaba a su familiar en Guatemala, en las mismas fechas en que Ankitkumar estuvo por esa ciudad. Un taxista guatemalteco lo recordó. lo anduvo llevando y trayendo junto a un hondureño y un nicaragüense.

 

Ankitkumar nació el 1 de enero de 1988, era soltero, oriundo de Gujarab, región con alta incidencia de población migrante, en la costa oeste de India.

 

Allí, las bandas de traficantes de personas cobran de 40 a 50 mil dólares por llevarlos a Estados Unidos. Tan sólo el boleto de avión de India a Guatemala, el que fue su primer destino en América, ronda de los 58 a los 77 mil pesos (5,500 dólares) en promedio.

 

Pese a los altos costos, un gran número de ciudadanos indios logran llegar a México. Sabemos de los detenidos por el Instituto Nacional de Migración (INM), pero en realidad no tenemos la cifra de los que sí logran pasar, apuntó el diplomático adscrito en el Distrito Federal.

 

Constantemente la prensa da cuenta de ciudadanos indios detenidos sin papales, como los 11 asegurados el pasado 10 de mayo en Gómez Palacio, Durango, entre ellos una mujer y dos menores que viajaban con documentos apócrifos.

 

Las autoridades de India pidieron a los padres de ese Ankitkumar una muestra de ADN y fueron enviadas a México. Se estableció una coincidencia del 99.6 por ciento.

 

Sin embargo, surgieron algunas inconsistencias, como que el cadáver número ocho no traía puesto un anillo en la mano izquierda, casi imposible remover y portaba tatuajes en los brazos que él no tenía cuando salió de India, reveló su familia.

 

A la mejor se tatuó en su paso por Guatemala, pensaron, aunque eso nunca lo podrán saber.

 

Para Balasubramaniyan, actualmente director del Centro Cultural de la India en México, la actuación del gobierno mexicano fue de mucha cooperación.

 

En ningún momento, aclara, les ofrecieron pagar la repatriación. El gobierno de India siempre asumió que serían ellos o los familiares quienes cubrirían los gastos.

 

Una vez confirmada la muerte, le preguntaron al padre si podía cubrir los gastos, este dijo que no. Pidió a su gobierno que cremaran los restos y le enviaran sus cenizas. Misión que costeó el gobierno indio.

 

El cuerpo de Ankitkumar estuvo en el forense de la Ciudad de México, luego fue enviado al de Toluca, junto con 13 restos humanos más. Nunca llegó a la fosa común, asegura el diplomático.

 

*Parte del trabajo para obtener el título de licenciada en Comunicación y Periodismo por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM)

 

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