¿Cuántos de ustedes han pedido un crédito al banco? Y vale cualquier tipo de crédito: hipotecario, para un auto o, el más sencillo, una tarjeta.
Seguramente, la mayoría tiene un crédito y, también, recuerdan las advertencias que dan bancos e instituciones financieras en el trámite: no gastes de más.
México, pese a sus niveles de pobreza y marginación, es uno de los países con mejor pago de crédito en el mundo. Al mexicano le gusta cumplir tanto para demostrar solvencia como para evitar la vergüenza del embargo.
Pero el tema es otro, la sugerencia de no contraer deudas de más o, dicho de otra forma, no apilar problemas.
La advertencia no fue escuchada por el gobierno de Enrique Peña Nieto.
Al lanzar sus objetivos gubernamentales de cinco ejes y una serie más amplia de puntos, Peña Nieto trazó la ruta para el éxito o el desastre, todo basado en la negociación política y lo que en el país se conocen como “los tiempos políticos”.
Con un calendario tan apretado electoral, las ventanas de conciliación de intereses se vuelven casi inexistentes para llegar a las gastadas reformas estructurales. Los partidos, en su ánimo voraz de presupuesto y poder, prefieren no perder simpatías sociales que sacrificar popularidad en pos del bien común.
De ahí que, en los antiguos tiempos del PRI omnipresente, se desarrollará la acepción de “no son los tiempos políticos”, la ventana de oportunidad obtenida por el triunfo en las urnas o -como podría ser el caso- luego del faraónico informe presidencial.
Normalmente, los presidentes usaban el oleaje de su magnánimo discurso en San Lázaro o Donceles para llevar a la orilla sus reformas que cimbraban al país. Desde el exilio ejecutivo de San Lázaro, la moneda cambió para buscar otros momentos y otra presión.
En dos semanas, el gobierno de Peña abrió todos los flancos de batalla posibles. Activó la reforma energética con el cadáver de Cárdenas disfrazado de neoliberal. Llevó al congreso las leyes secundarias educativas para atormentar a la coordinadora magisterial. Envió la lista de consejeros del IFETEL con sorpresas y recelo. Cabildeó una reforma política que no le gusta a sus promotores ciudadanos. Testificó los cambios al IFAI. Todo, a dos semanas de su informe.
Peña parece un hombre normal, pero en política, un mal timing no es siempre el mejor camino.
Ahora, la pregunta es ¿Quién les sugirió pelear todas las batallas al mismo tiempo? Quien lo haya hecho no sabe de política o, al contrario, quería que el espacio de caos se ampliara hasta el primero de septiembre.
Y, como pérdida de la tormenta perfecta, el Pacto por México.
Ahora, la Ciudad de México se encuentra tomada por maestros que, de una forma u otra, pelean no por prebendas, sino por derechos que otros les dicen perderán.
Una evaluación de maestros que es vendida mediáticamente como final y sin considerar factores diversos de liderazgo y construcción social en las comunidades fue cóctel perfecto de enojo entre los diversos participantes.
Ahora, el diálogo parece empujado por el chantaje y la presión y, una vez más, el informe debe de darse fuera del perímetro legislativo. Terrible señal para quien decía que la normalización sólo era cuestión de cambio de estafeta.
La siguientes semanas se verá el movimiento de fichas de ajedrez político. No sólo por la negociación entre los distintos partidos, sino dentro de las mismas organizaciones políticas.
Peña dará un estilo de informe que deberá marcar rumbo luego del tropiezo de la semana pasada. Reto divertido para el político.
Tanto como pagar tarjetas de crédito vencidas.
PORTAPAPELES
Si algo ya no tiene MTV es vergüenza. Cree tener influencia musical ante un público que compra y desecha. La pasada entrega de premios del canal de -dicen- videos es un ejemplo: sin músicos en vivo, lleno de bailables, poca luz en todos sentidos.
MTV ya ni siquiera está a la retaguardia. Sólo es un recuerdo triste para quienes, en su pantalla, creían que las cosas podían cambiar.
Ilusos.