Actualmente vivimos con la economía de la atención. Este término, muy bien trabajado por Michael Goldhaber, hace referencia a que la abundancia de la información da lugar a la pobreza de la atención. El concepto tiene su origen en el Premio Nobel de Economía, Herbert Simon, quien en 1971 investiga sobre el impacto de la sobrecarga de información, infoxicación en palabras de otros autores, en las economías desarrolladas. Según Simon, una riqueza de información crea una pobreza de atención. Casi 25 años después, Goldhaber publicó el artículo “La economía de la atención y la Red” donde su hipótesis es que se estaba asistiendo a la transición de una economía de base material donde la moneda es el dinero, a una economía de la atención” donde la moneda es la atención. Hace 16 años de esta afirmación pero está vigente: “vivimos en una sociedad donde el bien escaso es la atención del público ante tanta información”.
La cantidad de información, bien sea relevante o no, no para de crecer. Además, se produce más información que tiempo tiene la persona para leerla, y menos para entenderla. En este escenario, se lucha por conseguir una cuota de atención del público. Goldhaber lo resumió de la siguiente manera: el ancho de banda de información (la cantidad de información que alguien recibe por unidad de tiempo) que recibimos no para de crecer por dos razones. Una, porque la tecnología permite enviar más en menos tiempo, y otra, porque hay más agentes que emiten hacia los receptores potenciales. Pero a la vez, laatención personal (la cantidad de tiempo que una persona puede dedicar a cada información que recibe), disminuye cada vez más. Ese es el conflicto ya que ambas variables son inversas la una de la otra por lo que experimentamos un cuello de botella sistémico.
La digitalización de los procesos comunicativos provoca aún más un crecimiento exponencial de los datos, que deben ser asimilados, organizados, comparados… Es una tarea cada vez más difícil, siendo la atención uno de los bienes más escasos de este nuevo paradigma. Antes, las audiencias eran monoplataforma y estaban cautivas, por lo que era posible gestionarlas, pero hoy la característica de la promiscuidad es una constante. El usuario se informa y entretiene a través de diferentes herramientas, aplicaciones y plataformas por lo que atraer la atención de estas audiencias, cautivar su confianza o generar interés continuo para convencer es el principal objetivo.
Un artículo de The Wall Street Journal revela una situación que ejemplifica muy bien esta situación del exceso de la oferta: las películas rentadas se devuelven sin haberse visto. Han estado en la casa esperando la ocasión para disfrutarlas, pero acaban volviendo a la tienda sin haberlas visionado en el hogar. Los usuarios explican que al ser tan amplios los plazos de devolución, sin recargos por retrasos, no hay presión para verlas, hasta que finalmente el usuario se deshace de ellas. También en el libro The Paradox of Choice: Why more is less se explica la paradoja que se genera cuando existe un exceso de oferta. En primera instancia es bueno tener diferentes alternativas para tomar una decisión de consumo, por lo que debería ser aún mejor disponer de muchas alternativas. Pero aquí surge la paradoja de la elección: cuantas más opciones tenemos, menos disfrutamos el acto de consumir, incluso pudiendo llegar a una situación de paralizarnos: con tantas opciones nos saturamos y optamos por no consumir nada.
Si nos centramos en el mundo de las redes sociales, es impresionante la sobrecarga de información social. Aunque éstas son útiles para mantenernos informados, nos encontramos con una saturación por la enorme cantidad de datos al que nos exponemos. Ante esta explosión de datos, podemos filtrar la información realmente útil, con aplicaciones que nos ayude a gestionarla de forma automática. Por ejemplo, LikeHack, ChannelCaster, Flipboard, My6sense y Pulse News, entre otras.