A dos horas de la gran chinampa asfáltica, al poniente de la Ciudad de México, está Malinalco. Dicen que en este lugar había un centro ceremonial que tenía un paralelismo arquitectónico-ritual con el Templo Mayor, en el mismo centro del reino azteca y fungía como la parte donde las prácticas oscuras se llevaban a cabo. Era, por decir, la parte femenina de esa cosmogonía: la rebeldía. Una mujer a la que no le fue permitido ejercer el sacerdocio en una sociedad gobernada por hombres quizá fundó este poblado de guerreros y chamanes.
Algunos arqueólogos también creen que en este lugar sacrificaban a los esclavos. En la parte superior de la pirámide principal se encuentra la cabeza de La Gran Serpiente bicéfala, protegida por jaguares. Ahí se reunían los sacerdotes a sacar el corazón de la ofrenda humana. Un sitio donde los Guerreros Jaguar, tras un intenso proceso físico-mental, se transformaban en Guerreros Águila, en una especie de iniciación metafísica, alquimia chamánica y ascésis gnóstica. Los jaguares que custodian las escalinatas del templo principal de este centro ceremonial están degollados; se cuenta que fueron los mismos habitantes quienes los decapitaron antes de que las tropas españolas llegaran a destruir las pirámides. Es por eso que desconocemos el rostro felino de esos ocelotes que tienen un parecido con la Esfinge egipcia. El centro ceremonial se conserva pese a todo. Domina su poder desde la cima de una montaña. A dos horas de ese lugar ya no sagrado para los nuevos habitantes de la capital también está la Ciudad de México paralela que se lee en Twitter, que a muchos les gusta más porque no se atoran en el tráfico, no se mojan bajo la lluvia y no hay necesidad de pagar impuestos (de momento) en el ciberespacio; es “una alucinación consensual experimentada diariamente por billones de legítimos operadores, en todas las naciones, por niños a quienes se les enseñan altos conceptos matemáticos… Una complejidad inimaginable. Líneas de luz clasificadas en el no-espacio de la mente, conglomerados y constelaciones de información. Como las luces de una ciudad que se aleja”, explica William Gibson, en Neuromancer. Una alucinación consensual.
Jorge Luis Borges tiene un cuento que se llama El Inmortal donde el personaje principal llega al núcleo mismo de un laberinto que describe como una ciudad, y tras recorrerla hasta la locura dice en un primer momento: los dioses que crearon esta ciudad estaban solos. Estaban solos dice. ¿Y qué somos ahora nosotros? ¿No somos acaso una célula autónoma, cerrada, un dispositivo que recorre la ciudad conectado a un teléfono celular, al ipod, a la laptop?
Así como en el cuento de Borges, también estamos solos y a la deriva y nos metemos a internet para ponernos en estado online con otros dispositivos humanos con una forma de pensar muy similar. No se trata de quién tiene más información que otro, los estados emocionales son parecidos. Regreso a Marshall McLuhan, él hablaba de una aldea global y aquí estamos. Experimentamos con realidades virtuales tan potentes que hasta llegamos a creer, como en Matrix, que en efecto, es como si tuviéramos el efecto mezcalina que agobia a Neo y al encender la computadora y conectar el modem inalámbrico nos desaparecemos por fin de este mundo que no nos gusta. Lo primero que abrimos es el Messenger, a veces ya no hablamos con nadie de nuestros contactos, a todos ya los conocemos aunque sea de chats, el aburrimiento entra en nosotros. Enseguida abrimos una ventana y entramos a ver quién nos ha agregado a las cuentas de Twitter o Facebook o quién nos ha dejado un comentario en el blog. Alucinación consensual.
oUna ocasión, en México, Edgar Morin se preguntaba “¿cómo comprender lo que pasa para cambiar nuestro destino?” y se respondía que la humanidad debe modificar su concepción del mundo, pues de continuar con los actuales procesos económicos, conflictos sociales y fenómenos políticos, culturales y ambientales marchará directo a la catástrofe. “Hay que cambiar el camino, de lo contrario, iremos a la catástrofe, vamos por el camino de la metamorfosis, hay que salvaguardar a la humanidad de los peligros y destrucciones”, explicó el creador del pensamiento complejo.