Los últimos cinco días las oficinas de seguridad e inteligencia de la capital y del gobierno federal diseñaron la estrategia: someter a blancos específicos, encapsular, contener y replegar a los manifestantes.

 

En la planeación, que comenzó el martes y se extendió hasta el sábado, participaron el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal, la Comisión Nacional de Seguridad (CNS) y el Estado Mayor Presidencial (EMP).

 

Esas áreas definieron el despliegue operativo considerando el peor de los escenarios: la actuación de grupos radicales violentos, armados y que, utilizando tácticas tipo guerrilla, lograran superar a la fuerza pública y causar daños a personas y bienes.

 

Desde la madrugada de ayer, los cuerpos de seguridad tapiaron inmuebles y calles. En un radio de 10 kilómetros, entre el Monumento a la Revolución y el Palacio Legislativo de San Lázaro, desplegaron a 35 mil policías, entre federales y locales, que debieron vigilar, durante ocho horas, a unos 11 mil manifestantes.

 

A ese número de agentes habría que sumar a quienes vestidos de civil se infiltraron en la marcha y a los integrantes del EMP que supervisaron toda la operación y también protegieron el entorno de la Residencia Oficial de Los Pinos, a donde al final ninguno de los grupos de manifestantes llegó.

 

Así las autoridades superaron en estrategia, equipo y en número, tres policías por cada manifestante, a los grupos de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) y campesinos, a jóvenes del grupo #Yosoy132 y a los identificados como anarquistas, quienes recorrieron desde el Monumento a la Revolución hasta la Avenida Sur 81, último punto a donde les permitieron llegar, a un kilómetro de San Lázaro.

 

La estrategia también involucró a las comisiones Nacional y del DF de Derechos Humanos, para que supervisaran la actuación de las fuerzas de seguridad, para desactivar cualquier denuncia sobre violaciones a las garantías de los manifestantes.

 

Blindaje

 

Cuando apenas llegaban los manifestantes al Monumento a la Revolución quedó claro que la vigilancia sería extrema por parte de la Fuerza Antimotín de la Ciudad. Los contingentes apenas se organizaban cerca de las nueve de la mañana, cuando la policía ya había detenido a uno de sus líderes, Alejandro Montaño Sánchez, que se identifica como ex militar y ex policía, un asiduo participante de protestas que derivaron en disturbios.

 

Minutos después llegó la advertencia por megáfono de parte de uno de los granaderos: “se les permitirá marchar pero de forma pacífica, no caigan en actos vandálicos porque no se van a tolerar, háganlo sin los rostros cubiertos”.

 

Los organizadores de la marcha intentaron agrupar al contingente en la explanada del monumento, pero a las 9:20, a través de los cuatro accesos que comunican con la Plaza de la República, ingresaron cientos de granaderos y tomaron el control de la zona.

 

A las 10:30 inició la movilización. Los granaderos no sólo cubrieron los costados, también la vanguardia del contingente, para controlar los tiempos de su avance y contenerlos en caso de ser necesario.

 

A empujones avanzó la marcha sobre Juárez y Eje Central, hasta que en el cruce con Venustiano Carranza, los anarquistas del denominado Bloque Negro atacaron a los granaderos que intentaban impedir el acceso a esa calle.

 

“Están avanzando jóvenes, no arrojen nada, no empujen, están avanzando, no hagan provocaciones”, voceaba el policía detrás del muro de granaderos. Mientras que entre cinco y seis columnas de 20 elementos bloqueaban el paso y formaban un vacío de unos cuatro metros, entre otra columna similar y la marcha de los encapuchados.

 

El viraje

 

La marcha de la CNTE se desarrolló en medio de la desorganización. La noche del sábado se anunció una tregua de 24 horas con el Poder Legislativo. Los docentes se concentrarían a las 9 de la mañana en el campamento del Zócalo, sin embargo, alrededor de las 11 el contingente de maestros llegó hasta el Monumento a la Revolución con la intención aparente de marchar a Los Pinos.

 

En su avance, los maestros se encontraron con un contingente de estudiantes y anarquistas.  El grupo de docentes quedó partido. Finalmente, el grupo avanzó sin problemas desde la Glorieta de Colón hasta el cruce con Niza, pero de forma súbita cambió el rumbo hacia avenida Chapultepec para dirigirse a San Lázaro. Este cambio complicó la operación a los granaderos, porque los grupos radicales pretendían esconderse entre ellos, pero los rechazaron.

 

Choques

 

Los “anarquistas” querían pelea. Con petardos, tubos, piedras, palos, botellas, toletes, bombas molotov, por momentos lograron replegar a los uniformados, algunos de ellos perdieron incluso sus escudos antimotines.

 

En los ocho enfrentamientos que por lo menos se registraron en distintos puntos y que duraron no más de tres minutos, la policía tenía listos los refuerzos, quienes dividían a los contingentes anarquistas valiéndose de su superioridad numérica y del gas de extintores. Todas las veces lograron encapsularlos.

 

Estos grupos radicales sumaron unos 200 encapuchados que se desplegaron en células y que buscaban cómo penetrar el cerco y golpear a los agentes. Trataron de confundirse entre el grupo de maestros, de campesinos o jóvenes, pero no lo lograron.

 

A San Lázaro les fue imposible llegar, porque quedó blindado a un kilómetro en sus alrededores por Policía Federal que se encargó del círculo inmediato a las instalaciones y por cuatro bloques de granaderos, además de sellar el paso con vallas de metal. Incluso tenían preparados dos tanquetas antimotines de la Policía Federal para dispersar a manifestantes con el uso de agua.

 

Esta operación sirvió a los cuerpos de seguridad e inteligencia para recabar información de los grupos de anarquistas del Bloque Negro, del Frente Oriente y de Marabunta. Agentes encubiertos tomaron imágenes entre los manifestantes y hasta un avión a control remoto, con una cámara integrada, similar a un minidron, sobrevoló en varias ocasiones, a menos de diez metros de altura, el avance del contingente.

 

Alrededor de las cinco de la tarde se dispersaron, los maestros regresaron al Zócalo. El saldo oficial fue de 16 detenidos.