La tranquilidad reinante entre senadores y diputados contrastó con el ambiente de tensión previo a la instalación del Congreso General, ayer en la Cámara de Diputados. Mientras en las calles cercanas al recinto hubo conatos de violencia entre manifestantes y la policía, en San Lázaro hubo saludos cordiales y buen ánimo.

 

Cuando el reloj marcó las 17 horas con 11 minutos, los 411 diputados y 89 senadores presentes comenzaron la instalación del Congreso General. Por primera vez, el diputado panista Ricardo Anaya tomó la campana y la hizo sonar para dar comienzo a la primera sesión que presidiría. Los legisladores entonaron el Himno Nacional Mexicano y el recinto olvidó, al menos por unos minutos, las diferencias partidistas para unirse en el glorioso canto.

 

Aunque los legisladores fueron acomodados por bancada; el personal de la Cámara tuvo que implementar otras curules, pues el recinto que está instalado para 500 Diputados, facilitó 128 lugares más, por el número de Senadores que posee la Cámara Alta.

 

Pero el espacio no fue problema para convivir, para saludarse; incluso, senadores y diputados aprovecharon la ocasión para saludar a los compañeros de partido, pero no de Cámara. Se vio a Miguel Barbosa, coordinador del PRD, saludar sonriente a sus colegas; Jorge Luis Preciado también se acercó a sus compañeras diputadas.

 

Si bien estuvieron agrupados por grupo parlamentario, las divisiones sólo fueron en el espacio, pues no hubo enfrentamientos, mucho menos palabras contra el opositor; todo fue una convivencia familiar.

 

Los legisladores aplaudieron a sus compañeros que emitieron el pronunciamiento en nombre de la bancada. Dejaron que cada uno leyera su discurso, defendiendo sus colores; atrás quedaron los golpes y empujones; ayer hubo cordialidad en la Cámara de Diputados.

 

En sus escaños, cada legislador puso atención al orador, en su defecto, algunos se distrajeron platicando con el compañero de a lado, con el celular, con la tableta, el periódico; se pararon, se sentaron y miraron a su alrededor, como buscando a alguien, entre ese mundo de legisladores.

 

Fue una oportunidad para demostrar que las dos cámaras no se atacan, como lo declaran a menudo. El senador Emilio Gamboa Patrón, se fue a sentar al lado de su compañero, Manlio Fabio Beltrones, y así los coordinadores priistas en ambas cámaras platicaron casi todo el tiempo, mientras de reojo miraban al orador en turno.

 

Los perredistas, lejos de su habitual postura, no hicieron nada que atentará contra la sesión, pues esperaron atentos la participación de la diputada perredista, Aleida Alavez, quien en un discurso de oposición presentó planteamientos de izquierda, pero sin caer en las agresiones propias de años anteriores.

 

Cuando terminó de hablar la diputada, y los perredistas aplaudieron fuerte; se pusieron de pie y se sentaron; no había más qué hacer.

 

Los panistas escucharon a su coordinador, Luis Alberto Villarreal, quien con un discurso más fuerte y en contra de la administración de Enrique Peña Nieto, tomó parte del desfile de legisladores; el panista argumentó en todo momento que los 12 años del blanquiazul al frente de Los Pinos, fueron mejores; se paró 5 veces a tomar agua, como mandando la señal de que quería ser vitoreado. Y lo era, por los panistas que le aplaudían.

 

Terminó y un aplauso, más fuerte que el del PRD, se escuchó en el recinto.

 

Los priistas mandaron, como su voz en esta instalación, a la senadora por Puebla, Blanca Alcalá, quien caminó segura y con ese peinado que no muestra en días normales, tomó la palabra. Defendió al Ejecutivo federal, pero reconoció que hay muchas cosas por hacer; se tardó poco más de los 10 minutos que le correspondían, por lo que, antes de concluir, algunos silbidos y murmullos hicieron acto de presencia en el ambiente.

 

Alcalá Ruiz cerró, le subió de volumen a su voz y los priistas respondieron con un estruendoso aplauso. La mayor fuerza política en el Congreso de la Unión se hizo sentir.

 

Todo marchó normal, cada quien defendió su ideología, sus colores, sus compañeros; ayer ni el PRD ofendió, ni el PRI fue ofendido; los discursos cumplieron con expresar la postura histórica de cada bancada. La instalación del Congreso General para el segundo año de la LXII legislatura se cumplió, pues no se vio afectado por los maestros y anarquistas que se manifestaron en las calles.

 

Los legisladores arrancaron con su trabajo legislativo, teniendo como base, una instalación entre saludos, besos, abrazos, y aplausos.