Maestro en una combinación de géneros que mezcla el cine de desastres con el de acción, ambos siempre en su expresión más empalagosa y culposamente divertida, Roland Emmerich, cineasta de origen alemán, posee el extraño pero supongo muy orgulloso récord de ser el hombre que más veces ha destruido la Casa Blanca… en el cine, claro está.

 

Lo hizo una primera vez en 1996, en la para entonces sorprendente aunque francamente tonta Independence Day; especie de remake patriotero a War of the Worlds, donde, sin decir agua va, una especie alienígena llegaba a la tierra y comenzaba el ataque contra las principales ciudades del mundo, siempre con el extraordinario tino de tumbar primero -vía unos rayotes láser- los monumentos y edificios más enigmáticos del orbe.

 

Lo hizo por segunda ocasión en la deslavada 2012 (2009), regañona y paranoica cinta que, tomando como base el mito del fin del mundo según el calendario maya, hacía patente aquellas fatalidades con las que los agoreros del desastre ecológico (saludos, Al Gore) nos han amenazado desde tiempo atrás: el cambio climático que derretiría los polos causando devastadoras inundaciones.

 

Ahora, en White House Down, Emmerich repetirá el numerito, pero esta vez el responsable de la destrucción vendrá del interior: un comando terrorista burlará la seguridad de la Casa Blanca para iniciar su ataque desde el corazón mismo del gobierno de los Estados Unidos.

 

La intención de Emmerich es clara, si bien pudo entregarnos la misma película de siempre (un mamotreto revestido de seriedad patriótica y escenas de destrucción impresionante con algún tono moral supuestamente edificante), el director no niega su parroquia y acepta que todo esto no es más que el escenario para hacer su muy personal homenaje a Die Hard, aquella cinta de 1988 dirigida por John McTiernan que redefiniera las reglas del género de acción.

 

Así, bajo la ahora clásica premisa del individuo común vuelto héroe improbable, tenemos a Channing Tatum interpretando a John Cale (la cacofonía con el nombre de John McClane no es gratuita, claro), ex-militar y ahora guardaespaldas que acude a la Casa Blanca para una entrevista de trabajo, al tiempo que un comando terrorista se infiltra en el inmueble.

 

Para hacer más interesante el juego, Jamie Foxx interpreta el papel del Presidente de los Estados Unidos, en una clara referencia a Barack Obama, que incluye, por si quedaban dudas, su consabido problema de adicción al tabaco y su obsesión con la figura de Abraham Lincoln.

 

Así, lo divertido en White House Down (al menos para el cinéfilo de cepa) no es el seguimiento de la trama, sino estar a la caza de las múltiples referencias a Die Hard, que incluyen -entre otras- una escena de escape en el cubo de un elevador, un hacker que hace su trabajo con música de Beethoven de fondo, un inútil ataque aéreo producto de las torpes decisiones del gobierno, un héroe que suda, sangra, lanza chistoretes y termina en sucia playera Rinbros junto con su compañero de color, un remedo de Barack Obama quien -a diferencia de otras cintas del mismo director donde el presidente es poco menos que un héroe de guerra- aquí se muestra torpe a la hora de los trancazos, medio inútil en el uso de las armas, apenas y diestro en los puñetazos, pero eso sí, noble como jefe de Estado en la nación más poderosa del mundo.

 

Un pastiche divertido que si bien carece de la actitud necesaria (jamás escucharemos un ” Yippee ki-yay, motherfucker!” o palabrota similar), no deja de ser interesante en su retrato de Obama como fallido pero hilarante héroe de acción.

 

La Caída de la Casa Blanca

White House Down

(Dir. Roland Emmerich)

2 de 5 estrellas.

 

Con: Jamie Foxx, Channing Tatum, entre otros.