En México, el crédito es, y ha sido, objeto de múltiples interpretaciones. Un ejemplo que quizás esté en la memoria de algunos:

La escena no podía ser más desoladora. Don Ramón era un hombre justo, honrado y con una muy buena reputación, ganada gracias a su trabajo. Sin embargo, ese día las fuerzas del orden se lo llevaron preso, acusado de desfalcar a la empresa para la que trabajaba como contador.

Honesto como había sido, don Ramón confesó su crimen y la causa que lo motivó: necesitaba el dinero para pagar la fiesta de XV años de su hija Maricruz, fiesta que tendría que ser la envidia de toda la colonia.

 

La familia de don Ramón estaba devastada. Carmen, esposa de don Ramón (ahora apodado Don Robón), estaba indignada; sin embargo, en su fuero interno justificaba la acción de su marido repitiéndose: “¿Y qué querían que hiciéramos? ¿Qué pidiéramos prestado? Antes muerta que ver a mi familia rebajarse a pedir dinero prestado”.

¡Terrible! Pero ¿es realmente una vergüenza pedir dinero prestado? ¿Se verá manchado el buen nombre si se sabe que uno recurre a préstamos para financiar sus proyectos personales? Y más aún, ¿vale la pena endeudarse para pagar una fiesta de XV años?

dinero

En la vida diaria, la palabra crédito se utiliza, por un lado, para hacer referencia a la operación por medio de la cual una persona le entrega a otra una cosa (normalmente una cantidad de dinero), quedando esta última obligada a regresársela al cabo de un tiempo establecido.

Por otra parte, también se emplea para describir los atributos o cualidades de alguien, implicando un cierto tipo de reconocimiento. Por ejemplo: “¿Supiste que a Luchita ya le dieron su crédito del Infonavit? ¡No me digas, no doy crédito a ello!”. En esta frase podemos apreciar que la tal Luchita recibió una cantidad de dinero prestada por parte de conocido instituto (cantidad que deberá pagar), pero también vemos que uno de los interlocutores encuentra difícil de creer la noticia (seguramente él o ella conocerá a Luchita mejor que nosotros).

Y es que para que exista el crédito, debe existir algo adicional: la confianza, la presunción de que una persona es capaz de cumplir sus compromisos y, más importante, de que lo hará. No en balde, crédito, en su sentido etimológico, significa precisamente eso: confiar.

En la vida moderna, el dinero se utiliza para comprar los bienes que se requieren para satisfacer necesidades: alimentos, ropa, un automóvil, la casa e incluso diversiones y pasatiempos. En muchos casos, se pueden adquirir estos bienes o servicios con el dinero que en ese momento se posee, pero habrá veces en las que esto no será así.

Adquirir una lavadora, un automóvil o una casa implican desembolsos importantes que casi nadie puede hacer en un solo acto. Es ahí cuando resulta importante el crédito y es ahí cuando resulta importante ser un sujeto de confianza.

Precisamente para la adquisición de bienes como los descritos, se puede celebrar una de las llamadas “operaciones a crédito” y, de esta forma, hacer frente a ese gasto. Por supuesto, uno tiene que comprometerse a pagarlo en el futuro y confirmar que es una persona de confianza.

Continuará…