“Un amor erótico y trágico por el hecho de no poderlo compartir”, fueron las palabras de Salvador Dalí en las últimas cartas que escribió en su vida, y en las que se refería a la relación que mantuvo con el poeta español Federico García Lorca, entre 1923 y 1936.
Mediante la editorial Elba, el periodista Víctor Fernández ha publicado el libro “Querido Salvador, Querido Lorquito” (2013), que contiene la correspondencia cruzada entre el poeta y el pintor; recopilación que acerca al lector a los límites, amores, pasiones y frustraciones de dos artistas que se encontraron en una época complicada.
Este libro pública por primera vez documentos inéditos, mostrando la intensa y convulsa amistad que se fraguó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y la residencia de estudiantes. Amistad que se convirtió en pasión amorosa.
Esta relación resultó muy fructífera para los dos:
- Dalí introdujo a Lorca en la pintura moderna y lo animó como dibujante, reseñando su primera exposición en el verano de 1927, en las Galeries Dalmau de Barcelona.
- Federico animó a Dalí como escritor, y en 1928 la revista literaria impulsada por Lorca, “Gallo”, publicó las traducciones al español del “San Sebastián de Dalí”, un ensayo en forma de narración en que expone su estética de la “santa objetividad” y del “Manifiesto antiartístico catalán”, firmado por Dalí, Sebastià Gasch y Lluis Montanyà.
Este recopilatorio de Fernández, contiene unas cuarenta cartas del pintor y apenas siete del poeta, quizá la explicación yace en la historia de “las mujeres de Dalí”: Ana María Dalí, quien vendió gran parte de las pertenencias de su hermano tras la Guerra Civil, y Gala, el gran amor en la vida del surrealista y quien destruyera gran parte de las cartas que Lorca enviaba. Se menciona que Lorca era una palabra que no se escuchaba en la casa del artista mientras Gala estuviera en ella.
El motivo de estas destrucciones sería, según el periodista y autor del libro, “la sombra de una pulsión sexual entre ambos, erotismo que queda patente en unas cartas personalísimas, llenas de retoques y dibujitos de uno y otro, donde se mezclan erotismo y crítica literaria. Un juego de seducción donde Lorca da lo mejor de sí mismo tratando de encandilar a un Dalí que quiere estar a la altura intelectual del poeta”.
Fernández considera “la relación homosexual no gusta a algunos expertos que niegan esa etapa lorquiana e incluso llegan a negar que Lorca aparece en los cuadros de Dalí”, pero hay dos cuadros de Dalí que reflejan claramente esta relación, “La academia neocubista”, y “La miel es más dulce que la sangre”, además de La “Oda a Salvador Dalí”, que Federico publicó en abril de 1926 en Revista de Occidente, y que es un poema que describe sus pensamientos “…un pensamiento / que nos une en las horas oscuras y doradas”.
Aunado, cabe mencionar que en 1986, Dalí escribió una carta al director de “El País”, a modo de epílogo de aquella relación y en la que según Fernández, “rechaza que aquella relación fuera como una azucarada novela rosa, cuando en realidad fue un amor erótico y trágico por el hecho de no poderlo compartir. De hecho, después de la muerte de Gala, Dalí se dio cuenta que había perdido alguna cosa.”
Dalí murió casi 50 años después de Lorca, pero en la cama del hospital donde estaba, después de regresar a los lugares que frecuentaba en su juventud, la enfermera que lo atendía sólo entendía una y otra vez la misma frase : “Mi amigo Lorca”.