La tarde el martes 10, la página de Apple en internet se llenó de color. Cosa inconcebible en las épocas de Jobs que, pese a jugar con los cromas en iMacs y iPods, había sido insistente en que la web principal del emporio que construyó conservara el blanco como fondo para dar una imagen uniforme y pulcra.

 

En 2013, con Steve Jobs muerto y Apple en plena competencia por ser la flor más bella del ejido contra Samsung y Nokia, la estrategia visual de la empresa de Cupertino debe cambiar. He hecho, cambiará más allá del color.

 

Si de color hablamos, el actual CEO de Apple es un hombre gris. Tim Cook creció a la sombre del creador de la manzana y, aún ahora, no ha podido zafarse el fantasma de quien, donde apareciera, emanaba magnetismo, carisma, atracción, vida.

 

Cook es un hombre talentoso, dedicado, tenaz con el control que debe tener un negocio del tamaño del suyo. No obstante. Su falta de ángel le ha pegado de dura forma al legado que su jefe le dejó.

 

Y al ser Apple una marca que vive en gran medida de la imagen, el tener un capitán tan deslavado pega. Pega duro. De ser imprescindible tener un iPod, iPad o iPhone en la mano, ahora las opciones se diversifican hacia lo que Nokia, Sansung o LG también proponen. Tabletas y teléfonos le comen el mercado a Apple en rápida forma.

 

Apple lo niega pero ya no es tan cool, tan en boga tener alguno de sus productos. La tecnología que presentan es la diferencia. Aún ahora, La resistencia de los iPhones es mayor a otros teléfonos inteligentes, las iPads con referencia en tabletas y los reproductores de mp3 serán, siempre, el genérico de iPod… así como los Kleenex.

 

Entonces ¿Por qué no explotar más las ventajas tecnológicas por encima de las del diseño o, como ahora, el color?

 

La respuesta es sencilla: cayeron en su propia trampa.

 

Desde un inicio, la manera en que se vende todo producto Apple va acompañado de una campaña donde la percepción lo es todo. Desde cuidar la banda sonora de las famosas keynote hasta el look and feel de las tiendas. Jobs era un obseso de la imagen, tanto que sólo vestía de tenis New Balance, pantalón de mezclilla y suéteres de cuello de tortuga. Las campañas enfatizaban la pulcritud y hasta, de forma casi ofensiva, representaban a las PCs como individuos  pasados de peso y poco atractivos.

 

Al morir, a la empresa no le quedó de otra que seguir por ese camino.

 

Las consecuencias están a la vista: los lanzamientos más recientes son llamativos a la vista y tienen algunos avances contra modelos pasados de smartphones, pero decidieron centrar la campaña en dos privilegios que tienen: el precio y el color.

 

Ahora, los iPhones vienen desde bermellón hasta escarlata. De igual forma, cuestan menos que en su lanzamiento, siempre y cuando se firme un contrato por 24 meses.

 

Y a ello hay que agregarle nuevo sistema operativo y un nuevo servicio de streaming musical y un conjunto agradable de fundas para celulares.

 

La nota no le cayó tan bien a los inversionistas. Las acciones cayeron y su calificación de deuda también bajo. Al parecer, los inversionistas tienen una idea distinta del tipo de innovación que lanzaron en Cupertino.

 

La solución es fácil: cambien de orador.

 

El color no tapa la grisura, sólo la extiende. Cook no es mal ejecutivo, al contrario. Su fuerte no son las relaciones públicas o, para no ser rudo, siempre habrá alguien que emule pero no replique el ángel de Jobs.

 

La solución es buscar caminos donde el avance en tecnología atraiga, una vez más, a jóvenes que tienen una necesidad de ir un paso adelante. Lo estético atrae pero la inteligencia enamora, dicen en redes sociales.

 

De la misma forma, poner en su justo nivel la apariencia. Si sólo es un cambio cosmético, no venderlo como la panacea. Es el episodio de los Simpsons donde le cambian el sombreros a la muñeca Stacy Malibu. Puede tener gran éxito en los primeros días, pero no será lo que les gane terreno a largo plazo ante Android.

 

Por más colorido que se vea en la página de inicio de Apple en el mundo.