El uso de la fuerza por parte del Estado debe ser la última opción, y para que ésta sea efectiva debe contar con el respaldo de la sociedad. Los bloqueos de la CNTE apoyado por grupos extremos y movimientos anarquistas han irritado a la sociedad, mas no lo suficiente para justificar la intervención del Estado. El Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, ha sido prudente al no dispersar las manifestaciones. Su error, o más bien el de sus subordinados, fue el no poder contener las manifestaciones en un inicio. Sin embargo, el actuar con la cabeza fría en estos instantes ha sido un acierto.

El doctor Mondragón y Kalb y la Policía Federal también han mantenido la prudencia al resguardar las instalaciones estratégicas y que estas no hayan sufrido daños y solo se haya interrumpido el servicio un par de horas.

 

Muchos maestros ya regresaron a sus estados, pero paradójicamente esto representa un riesgo mayor, pues los integrantes de la CNTE que se han quedado son más radicales y se les han sumado grupos que están en contra de las reformas. Esta mezcla de grupos anarquistas y frentes sociales de grupos subversivos, representan un mayor riesgo por las siguientes razones.

 

En primer lugar, su motivación es ideológica y no política lo cual elimina cualquier esquema de negociación dificultando una salida pacifica y sin violencia. En segundo lugar son grupos más cohesionados que tienen una estructura piramidal distribuida en células que solo obedecen ordenes. La implicación es que existe una predisposición para cumplir una orden en una manifestación, ya sea aventar bombas, atacar negocios o crear enfrentamientos. Esto elimina cualquier intento de diálogo.

 

Y en tercer lugar, varios de estos grupos usan estos eventos como ritos de iniciación para probar la lealtad de alguno de sus miembros mediante la operación  de actos violentos.

 

Como mencionamos anteriormente un elemento importante para justificar la intervención de la fuerza pública es el respaldo de la sociedad y que éste no se revierta. Por ello es importante que la fuerza pública actué de manera impecable y respete los derechos humanos. Tenemos casos como el de Atenco que a pesar de que se justificaba la intervención de la policía, el resultado se revirtió por una mala operación. Por otro lado, tenemos la intervención de la Policía Federal en 1999 a Ciudad Universitaria, que fue un evento sin trascendencia. Cabe mencionar que el movimiento del CGH con bloqueos, y alteraciones a la vida cotidiana de la Ciudad de México duro cerca de nueve meses.

 

Los grupos que hoy se enfrentan contra las reformas, son una mezcla que puede ser muy peligrosa y explosiva, porque su objetivo no es negociar. Es muy probable que quieran hacer del DF su principal zona de batalla en estos meses, porque no van a ceder en el corto plazo. Pero no hay que olvidar que movimientos como el EPR y sus escisiones también han preferido actuar contra “blancos suaves” en otras partes del territorio. Un blanco suave es aquel que con una mínima inversión crea un impacto mediático alto. Recordemos el caso de la explosión de ductos en Pemex por el EPR, y no debemos de descartar la repetición de una operación de esta índole, pues después de dos atentados el gobierno de Felipe Calderón decidió negociar con el EPR.