La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, denunció hoy el espionaje diplomático y económico por parte de Estados Unidos denunciado por Edward Snowden, algo que consideró “una violación” de la soberanía de su país.
Rousseff, que centró su intervención ante la Asamblea General de la ONU en el espionaje del que ella misma fue víctima, afirmó que se trata de “una afrenta” y “una falta de respeto” que no puede justificarse en la lucha contra el terrorismo.
La presidenta brasileña no mencionó directamente a Estados Unidos por este caso, por el que ya anuló su viaje oficial a este país previsto para octubre, pero sí recalcó que la actividad de esta “red mundial de espionaje” es un asunto “sumamente importante y grave”.
Rousseff destacó que este espionaje “ha generado enojo y repudio” en todo el mundo y señaló que ha afectado especialmente a Brasil porque se interceptaron comunicaciones de la oficina de la Presidencia, de la misión de su país ante la ONU e incluso informaciones “de alto valor económico e incluso estratégico”.
Estas revelaciones, añadió, muestran una injerencia en asuntos internos, lo que consideró aún más repudiable por ser entre “países amigos”.
Además, Rousseff consideró “totalmente inaceptable” el espionaje a empresas y dijo que “insostenible” justificar estas prácticas por la lucha contra el terrorismo.
El tema del espionaje político centró también buena parte de la reunión que mantuvo la presidenta brasileña con el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, antes de que arrancaran los debates en el pleno de la Asamblea General.
Rousseff también dedicó una buena porción de su intervención a la ola de manifestaciones y protestas que vivió su país en junio pasado, de las que dijo que son “parte inseparable de la construcción de la democracia y el cambio social”.
Sin embargo, señaló que su Gobierno “no reprimió a los manifestantes, sino que los escuchó”, ya que “nosotros vinimos de las calles. Las calles son nuestro lugar, son nuestra base”.