En su novela de aventura, Rumbo al Hermoso Norte, el escritor chicano, Luis Alberto Urrea, explora el tema de la inmigración a través de la experiencia de una joven adolescente, Nayeli, quien, como muchas mexicanas, no ha sabido de su papá, Don Pepe, desde que partió a Estados Unidos en busca de trabajo.

La aventura comienza en Tres Camarones, el pueblo de Nayeli, y continúa a lo largo y ancho de Estados Unidos, a donde viaja en busca de su papá con sus mejores amigos, Yolo, Verónica, alias La Vampi, y Tacho.

A través de sus aventuras, Urrea retrata las experiencias más difíciles de la migración, desde la violación de derechos humanos por parte de retenes mexicanos y de la patrulla fronteriza hasta la precaria cotidianeidad del inmigrante indocumentado.

Todos estos son temas típicos de la literatura de inmigración americana. Pero Urrea también retrata una de las experiencias menos exploradas, aunque muy común y dolorosa: la de perder el derecho a hablar en español entre mexicanos, entre nuestros compatriotas.

En la experiencia del inmigrante hispanoamericano en Estados Unidos, el idioma español es un arma de doble filo. Tanto para los indocumentados como para quienes radican en Estados Unidos legalmente, hablar español puede significar la diferencia entre ser aceptado o marginado.

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Urrea retrata este aspecto de la experiencia migratoria cuando Nayeli y Tacho entran a un restaurante mexicano en California con el fin de saciar su antojo de comer “chorizo o chiliaquiles o tacos”. Quien haya estado lejos de su país alguna vez entenderá el “gran alivio” que sintieron cuando “les llegaron los deliciosos olores mexicanos. Frijoles y ajo y tomatillo y arroz; cebolla y pollo y limón y salsa”.

Lo que quizá sea incomprensible es que los dueños del restaurante, sus compatriotas, no tarden en humillarlos al oír a Tacho y Nayeli hablar en español.

Les informan que “[a]quí hablamos inglés” y comienza una suerte de duelo entre Tacho, que se niega a hablar en inglés, y los dueños, que rehúsan usar el español.

Cuando los protagonistas aceptan que entraron al país ilegalmente, sus compatriotas los corren usando los mismos términos que aplican políticos y activistas en contra de la reforma migratoria: “You are illegals […] ¡Fuera de aquí ilegales! ¿Y nosotros qué? […] ¡Yo vine aquí LEGALMENTE! ¡Ustedes son criminales, vienen sin que los inviten y nos quieren hacer quedar mal! Lo siento, pero se tienen que ir. ¡Lárguense de aquí!”

La violencia verbal de los dueños es injustificada, pero es común entre grupos marginados que tienen que luchar diariamente para ser tratados con dignidad por la cultura dominante.

Para los residentes, defender su lugar en una sociedad que no termina de integrarlos suele significar marginar a su propia gente.

Para Nayeli y Tacho, que finalmente regresarán a Tres Camarones, este incidente es doloroso pero pasajero. Pero fuera de la ficción, un sinnúmero de mexicanos en el extranjero deben elegir entre permanecer en silencio o hablar en inglés.

Por sus personajes y estilo lúdico, la novela de Urrea es ideal para introducir a los adolescentes al tema de la inmigración y a las complicadas relaciones México-Estados Unidos.

Pero nos implora a todos, jóvenes y adultos, que usemos el español para dar la bienvenida y para fortalecer la dignidad de nuestra gente, aquí en México y en el extranjero.