EN 1981 ME DIO DENGUE Y NO HUBO NADA que evitara el fuerte dolor de huesos, fiebre y malestar en general. Los más de ocho días de postración en la cama, fueron consolados sólo con analgésicos, suero hidratante y algunos dulces.
Recuerdo que mi padre, médico que por esos años atendía a decenas de pacientes infectados de dengue, fue también víctima del mosquito Aedes aegypti.
A 32 años de sufrir la “fiebre quebrantahuesos”, el reposo es lo que esencialmente siguen recetando los médicos. No hay cura para este mal, incluso, la persona que ya lo padeció puede volver a enfermarse si es picado nuevamente por el insecto portador del virus.
El mosquito Aedes aegypti crece en cualquier depósito de agua limpia o de lluvia estancada, también basta una corcholata con agua, el interior de una llanta, floreros de la casa, del panteón o una cubeta, para que se reproduzca.
Pero la vacuna contra el dengue promete llegar el cuarto trimestre de 2015 y vaticina no sólo inmunizar a la mitad de la población del planeta, sino también a convertirse en un hitazo comercial en la industria global de vacunación, dado que el valor de negocio se estima en más de 1,000 millones de euros (mde).
La farmacéutica Sanofi Pasteur lleva la delantera para hacerse de este negocio. La fórmula que garantiza la cobertura de los cuatro tipos de dengue existentes está en su última fase de investigación y México, estima, será el primer país del mundo en aplicarla a millones de niños y personas en riesgo de contraer el virus.
El dengue representa una amenaza para más de 2,500 millones de personas, en más de 100 países.
Eduardo Arce, director general de Sanofi Pasteur en México, dice estar muy emocionado porque la vacuna del dengue sea ya una realidad. Con ella, llegarán millonarias ganancias.
En México, la prevención, control, atención ambulatoria y hospitalización de pacientes con dengue en el sector público y en el privado supera los 328 millones de dólares (mdd) anuales.
Su eficacia ya se comprobará; por lo pronto, hay un buen negocio.