En el recreo de las ideologías todo parece indicar que el timbre no sirve. Pasan los años y continuamos montados en la esperanza de que el ideal existe, y que además, es alcanzable. Es decir, que un buen día las ideologías dejarán el patio lúdico y pasarán a los salones de clase para continuar con su evolución.

 

Durante las últimas horas Silvio Berlusconi y Barack Obama han tendido frente a ellos un entorno conformado por externalidades negativas arrojadas por la ausencia de negociación, o si se prefiere, un conjunto de elementos creados por el ya famoso personismo antipolítico ha hecho bullying a las agendas políticas. El personismo es un neologismo aportado por Vicente Verdú y se refiere a “las relaciones entre personas con degustaciones parciales y sin compromisos profundos”. En el caso de Berlusconi, él mismo es el autor del guion personista, mientras que Obama camina sobre un campo recreado por los republicanos, en particular, por el ala conformada por el Tea Party.

 

Para un segmento de la población, la boda de Francesca Pascale con Silvio Berlusconi puede convertirse en un evento que diluya el impacto político que debería de arrojar la sentencia de un juez sobre el caso Mediaset: un proceso que desmontó el entramado de fraude fiscal en la compra de contenidos mediáticos por parte de una de las empresas del empresario y político Berlusconi. El juez italiano determinó que cuatro años de cárcel equilibrarían el daño fiscal (se sabe que sólo uno de los cuatro años, Silvio Berlusconi pasaría preso, no en la cárcel pero sí en su casa). La correlación entre variables políticas con variables de escándalo del espectáculo es, precisamente, una aportación de lo que hace 45 años Guy Debord llamó La sociedad del espectáculo. Al contemporizar (al día de hoy) el fenómeno del espectáculo, se genera un caos en el interior de la colonia de percepciones mediáticas que subyacen en todas las actividades de los políticos cuando ingresan a la arena de la comunicación (ideologías en recreo). Es decir, se genera una especie de cáncer del espectáculo. Así se puede observar en la portada de la edición italiana de Vanity Fair, la guapa y joven modelo Pascale junto a su prometido de 77 años.

 

Berlusconi se resiste a perder la inmunidad en el Senado, por lo que decidió detonar la táctica del casorio. Algo más, por algunas horas, el gobierno de Enrico Letta sufrió de un apagón; ocurrió en el lapso en el que él mismo, en tribuna, preguntó a Berlusconi si estaría dispuesto a refrendar su apoyo a pesar de la obligatoriedad de purgar sus deudas con la justicia. Como un acto congruente, Letta (primer ministro), suspendió el incremento del IVA de 21% a 22% hasta no recibir el apoyo del Congreso; evento ideal para que Berlusconi justificara la ruptura del equilibrio gubernamental. Así que su partido Pueblo de la Libertad (PDL), retiró a sus cinco ministros del gobierno de Letta. Las horas pasaron pero el escenario de Berlusconi no logró su objetivo. Nunca pensó que cuatro de los cinco de los ministros de su partido, dejarían sus respectivas carteras criticándolo frente a los medios (ya no se trató de una conjura comunista, como suele advertir cuando el escenario es hostil hacia su persona). Uno de los hombres clave para Berlusconi es Angelino Alfano, vicepresidente de gobierno y ministro del Interior. Al recibir la llamada de Berlusconi para ordenarle que abandonara su cargo, dejó entrever que lo hacía a regañadientes. Es decir, la escisión del PDL ya se veía venir, lo que, de ocurrir, detonaría un reagrupamiento de los ultras en Forza Italia (Berlusconi creó Forza Italia para radicalizar su discurso e inventó el PDL para intentar centrarlo).

 

Por fortuna, la estrategia de Letta fue la correcta. Se trató de una especie de referéndum de facto sobre la imagen de Berlusconi… en el mismísimo Congreso. La demoscopia no miente. Así lo pensaron quienes conforman el Tea Party (continuará). El recreo berlusconiano fue interrumpido.