Una de mis cosas favoritas del Distrito Federal es la diversidad de experiencias que ofrece. Ya hace tiempo había visitado el Barrio Coreano, ubicado en la Zona Rosa en lo que fuera una isla delimitada por Florencia y Niza, hacia Sevilla y conocido popularmente como Pequeño Seúl. Ahí, mientras uno va caminando, se encuentra varios supermercados en los que se venden todo tipo de delicias coreanas. Hay restaurantes, tiendas de renta de películas, peluquerías y hasta consultorios médicos. Así, uno se topa con parejas de coreanos tomando un helado, una familia caminando con la abuela, un joven fumándose un cigarro en la banqueta. Es sólo cosa de observar.

 

De acuerdo con un reporte de 2011 del Ministerio de Asuntos Internacionales y Comercio de Corea del Sur, viven en México 11 mil 800 coreanos.

 

La primera ola migratoria fue a finales del siglo XIX, cuando llegaron a trabajar en las haciendas henequeneras en Yucatán con la idea de trabajar cinco años y hacer fortuna. Al pasar los cinco años, muchos ya no pudieron o no quisieron regresar, por lo que se dispersaron por todo el país, llegando hasta la Ciudad de México.

 

Después, en los setentas, con el auge de acuerdos comerciales entre México y Corea, llegaron más. Aun así, es difícil saber cuántos coreanos viven actualmente en México, ya que todavía existen algunos con estatus migratorio cuestionable.

 

Independientemente de lo anterior, visitar esta zona de la ciudad es casi como tomar un avión y estar en un pequeño suburbio coreano. Uno puede escuchar la música de K-pop, un movimiento musical de Corea del Sur que ha revolucionado el mundo adoptando ritmos que van desde el hip hop hasta las baladas románticas con fans en todas partes del mundo o ver en el televisor una novela coreana que, dicho sea de paso, compiten con las novelas mexicanas en el circuito internacional. También te topas con gente que aún no habla español. De hecho, muchas de las cartas de los restaurantes están en coreano. Así, esta zona ofrece una experiencia única para los aventureros.

 

Encontrar el mejor restaurante siempre es un reto. Tras preguntar en varios supermercados, me recomiendan el restaurante Biwon, ubicado sobre la calle de Florencia. El lugar es amplio y aunque no cuenta con mucha decoración, se ve muy limpio. Llego cuando aún están comiendo los dueños con los empleados en una larga mesa y me divierte ver que algunos de los empleados mexicanos comen con palillos.

 

En el primer piso, las mesas se distribuyen por el comedor y todas cuentan con parrillas para disfrutar del BBQ coreano. En la segunda planta, uno puede comer en mesas estilo tradicional si gusta ubicarse en el piso, y sin duda, esta es la parte más bonita. Eso sí, es importante recordar siempre quitarse los zapatos antes de entrar al salón ya que de no hacerlo estarás cometiendo una gran falta de etiqueta.

 

El menú incluye todo tipo de preparaciones a la parrilla que van desde arrachera a cortes angus naturales y marinados. Opto por su mejor corte de res. Después llegan con una pequeña canasta de metal con carbones calientes y los ponen dentro de la parrilla. Entre aromas de carbón, prenden la parrilla con gas para empezar a calentarla. Los meseros son atentos y además están dispuestos a ayudar a las personas a adentrarse en el mundo de la comida coreana.

 

A un extremo de la mesa, como en casi todos los restaurantes de Corea, tienen un pequeño timbre que garantiza tener servicio inmediato. El mesero trae una gran charola con los cortes de carne marinada que pone sobre la parrilla. Es importante saber que en Corea no les gusta la carne carbonizada, por lo que todo el tiempo estarán volteándola y cuidando que no se queme. Además, para evitar los sabores carbonizados, los meseros cambian varias veces la parrilla durante la comida. Antes de comer la carne, con la ayuda de unas tijeras, el mesero la corta en pequeños trozos. A la mesa llega el banchan, que incluye todo tipo de platillos diseñados para comerse individualmente o en taquitos de lechuga con la carne. Ese día incluían desde el típico kimchi (col fermentada) a verduras curtidas y otras delicias.

 

Para beber, cuentan con una selección de bebidas coreanas, incluyendo Cerveza Hite, con sabores ligeros que acompañan muy bien este tipo de comida. Mientras como, llegan más coreanos, lo que me indica que definitivamente estoy en el mejor lugar. Después pido el tocino, que es la traducción que le dan al pork belly y también está fabuloso. Para terminar y limpiar el paladar, pido un caldo frío de res, con fideos, que sin duda es de lo más rico de la tarde.

 

Pago la cuenta y decido pasar por un supermercado que está sobre la calle de Londres, casi esquina con Florencia para comprar algunos básicos para preparar comida coreana en casa. Ahí, en el fondo del pequeño supermercado, encuentro un refrigerador con más banchan para llevar a casa.

 

Al día siguiente, botaneo con un arroz y el banchan que compré, incluyendo un kimchi casero que me recordó a los que probé en Corea, así como un calamar fermentado con picante que brillaba por su delicadeza y fineza de preparación.

 

Sin duda, la sazón de este pequeño supermercado es mucho mejor que la del restaurante que visité el día previo. Así, quedo invitada a seguir explorando. Puedo decir que la experiencia fue buena en Biwon, aunque aún no termina mi búsqueda para encontrar el mejor restaurante coreano de la zona. Prometo seguir compartiendo contigo, querido lector, cualquier otro lugar que valga la pena una mención.

 

Espero que tengas un muy buen día y recuerda ¡hay que buscar el sabor de la vida!

 

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Biwon
Florencia 20, Col. Juárez
Tel. 5514-3994