El pasado 1 de julio Alice Munro, sentada en su casa de Clinton, en Ontario, Canadá, le dijo al reportero del National Post: “Probablemente yo ya no vuelva a escribir”. Así anunciaba su retiro.
Ayer, empezando el día en América, se anunciaba desde el Viejo continente el mayor reconocimiento literario. El Nobel es para la canadiense Alice Munro.
Como el final de un relato redondo: se retira de la literatura y le dan el Nobel. Así lo identifica Esteban Ramón de RTVE española. “Aunque los escritores suelen cultivar todo tipo de géneros, rara vez la Academia sueca galardona a un especialista del relato corto. En parte porque no abundan y en parte porque es un género de prestigio menor”.
Con Alice Munro se quiebra la tendencia, dice. La escritora canadiense de 82 años es una auténtica cultivadora de los cuentos. Relatos en los que disecciona los sentimientos ocultos de personajes de la vida ordinaria, normalmente ambientados en lugares de su biografía: el Ontario rural y Vancouver.
Según la BBC, su trabajo tiene un fuerte foco en los lugares y en lo interno, y varios críticos han elogiado su tratamiento simple y cotidiano de las complejas relaciones humanas.
¿Qué es lo que hace reconocible los cuentos de Munro?, pregunta el diario El Mundo. “Lo primero, la fragilidad, la sensación de que sus personajes están a punto de quebrarse en cualquier momento. Su tema, casi siempre, acaba por ser la ruptura. La ruptura con una vida aparentemente grata y rutinaria que tapa insatisfacciones casi inefables. El relato-tipo de Munro presenta a una mujer cuyas relaciones y su modo de estar en el mundo aparenta estar en equilibrio, hasta que algo se quiebra. No hay énfasis en esa manera de romper, la prosa es casi sintética. Pero la emoción es conmovedora”.
Alberto Manguel, en El País, reconoce su grandeza: “El genio literario de Munro fue reconocido desde su primer libro, que obtuvo el mayor galardón literario del país, el Premio del Gobernador General. A partir de esa publicación inicial, todos sus libros, sin excepción, fueron aclamados por la crítica”.
Cynthia Ozick la calificó de “nuestro Chéjov”: la comparación es exacta, no solo por la destreza con la que Munro construye sus narraciones, sino también por que raramente busca un terreno de exploración más allá de su rincón natal, refiere Alberto Manguel, El País.
Por eso no es extraño que hoy el planeta entero felicite la decisión de la Academia sueca de premiar a Munro, ahora la primer canadiense en ganar un Nobel.
Hoy Munro se transformó en la decimotercera mujer en obtener la distinción, pero la primera en otorgarle ese reconocimiento a la literatura de su país.
Munro, destacó la Academia en su fallo, es aclamada por su “armonioso estilo de relatar, que se caracteriza por su claridad y realismo psicológico” y decidió premiarla por ser la “maestra del cuento contemporáneo”, según publica la Academia.
El portavoz del jurado del Nobel, Peter Englund, describió a Munro como quien “ha llevado el cuento contemporáneo a la perfección”.
Luego de enterarse de que había sido galardonada con el premio a través de su hija, quien la llamó para felicitarla a las 4 de la mañana, Munro dijo en la primera entrevista que concedió a la CBC: “Ahora se pensará más en los escritores canadienses en conjunto. Ayudará a impulsar la idea de literatura canadiense en el mundo” , declaró.
“Un cuento no es como un camino que uno sigue, es más como una casa. Entras allí y te quedas un rato, yendo de un lado a otro y quedándote donde te gusta, descubriendo como los pasillos y las habitaciones se relacionan entre sí”. Así explicó en 1994 para The Paris Review su obra.
Afortunados los lectores que gracias al Nobel van a descubrir en las próximas semanas a Alice Munro, concluye el diario español El Mundo.