México “está en el peor de los mundos”: grupos de autodefensa que se extienden, cárteles que se fortalecen y un Estado sin estrategia y que no sabe qué hacer con su fuerza, mientras la población pierde paulatinamente los espacios públicos.

 

El ex vicepresidente de Colombia, Francisco Santos Calderón, calificó así la situación que atraviesa nuestro país en materia de seguridad y alertó que se presentan fenómenos que en su momento llevaron a la nación sudamericana al borde del “colapso social”.

 

“Delincuencia siempre va a haber (…) pero lo importante es que ésta no asuma poder político, ni controle espacios económicos vitales, ni controle regiones, es algo que en Colombia teníamos; pero lo que veo en México, y es grave, es que después de una ofensiva muy grande se ha retrocedido en ese avance que en un sexenio era imposible lograr”, señaló en entrevista en exclusiva con 24 HORAS.

 

A partir de la experiencia colombiana, con los cárteles más poderosos y a las guerrillas más sanguinarias, el también precandidato a la presidencia de Colombia para el 2014 reprobó el sometimiento de la política de seguridad a “vaivenes políticos” causados por el cambio de gobierno.

 

“Yo siento que no existe ya una estrategia de seguridad. Es más, siento que la única estrategia era acabar la que venía del sexenio anterior. Están en el peor de los mundos. Con unas organizaciones criminales que se fortalecen”, sostuvo.

 

Es evidente que hay un interés por no informar lo que está sucediendo en materia de seguridad, y a eso hay que sumarle que la estrategia del actual gobierno es poco clara, dijo.

 

“El delincuente tiene que entender que hay una coherencia entre el mensaje y la acción. Y el militar y el policía tiene que tener absolutamente claro que la estrategia es coherente”, sentenció el mandatario.

 

Narcos “poderosos” y terroristas

 

El cambio abrupto de las tácticas de seguridad, sin haber acabado de combatir al crimen organizado, puede empoderar a los narcotraficantes, dijo Santos Calderón.

 

“El mensaje que llega a los narcos con un gobierno que cambia la política es: no fuimos derrotados, somos invencibles (…) un narcotraficante poderoso que quiera defender un interés puede llegar hasta el terrorismo”, advirtió.

 

En la década de los noventa, en Colombia, delincuentes que se creían más poderosos que el Estado llegaron a colocar bombas hasta en aviones o en vehículos frente a restaurantes el Día de las Madres, recordó.

 

Años después, con los delincuentes que lideraban los grupos de “autodefensa”, Colombia estableció un diálogo, pero desde una posición de supremacía de las leyes, no de privilegio para ellos.

 

El cáncer de las autodefensas

 

Las autodefensas son lo más grave que le puede ocurrir a México, ya que la mayoría de estos grupos acaban siendo parte del narcotráfico o son cooptados por poderes militares corruptos, como ocurrió en Colombia alertó Santos.

 

“No se puede permitir que otros asuman la función vital del estado (…) Los únicos que pueden impartir justicia en una sociedad son los jueces, fiscales o procuradores. Estas organizaciones que imparten justicia (por propia mano) acaban pervirtiéndose siempre”, afirmó.

 

Uno de los síntomas es que hay zonas en México a las que ya nadie puede entrar, pues están bajo el control de las autodefensas. “Esto es gravísimo, porque ahí se instalan unos paraestados y en esos paraestados, se genera la delincuencia”, subrayó.

 

Es un “cáncer” que se expande. “Ustedes piensan que se queda en Nuevo León o en partes de Michoacán, pero no, eso es un cáncer que no para”.

 

Recordó que en Colombia así surgieron los grupos paramilitares, a consecuencia de un estado débil, que no protegió a la sociedad, conjugado con la guerrilla que secuestraba a los ciudadanos.

 

Lo único que puede extinguir estos grupos es un gobierno fuerte “que acabe con ese fenómeno y asuma sus responsabilidades”, expresó Santos.

 

Espacios robados

 

No poder salir de noche, evitar caminos, lugares o ciudades, la pérdida del espacio público es el síntoma inequívoco de que un estado se ha debilitado. Con ello, viene la pérdida de los derechos, sentenció Santos.

 

“Cuando nos acostumbramos a perder espacios de libertad, uno sabe donde empieza pero no donde termina. Puedes terminar en que ‘yo no voy a Michoacán, o no viajo de noche de aquí a allá’. Eso genera un deterioro de libertades públicas. Pasar de ahí a perder el derecho de elegir o ser elegido por miedo. Y luego… el miedo hasta opina”, sentenció Santos.

 

Pero la pérdida del espacio, agregó, no sólo ocurre con delincuentes. También pasa con manifestaciones que impiden ingresar a un edificio o a una plaza pública, o con “vándalos encapuchados” que dañan los comercios y vialidades, frente a un gobierno que no sabe cómo usar la fuerza pública para mediar derechos, no para reprimir.

 

“El estado tiene que protegerlos (a los afectados), con el uso proporcional de la fuerza. No es represión. Tu puedes protestar, es un derecho legítimo, pero esa propuesta no puede desbordar las libertades”, indicó.

 

Alcaldes abandonados

 

El abandono que sufren las alcaldías, también es un problema que tuvieron que solucionar en Colombia. En 2002, contó, cuando inició el gobierno de Álvaro Uribe, había 400 municipios sin una fuerza policíaca suficiente y con alcaldes con problemas para gobernar.

 

La solución fue usar a las fuerzas armadas, primero para reforzar y luego para reclutar, pero siempre bajo el cobijo institucional, ilustró.

 

Se formaron los llamados “soldados de mi pueblo”, campesinos reclutados de las comunidades que recibían entrenamiento militar durante tres meses y realizaban servicio cerca de sus lugares de origen.

 

Pero en el camino hubo errores: “Tuvimos ejemplos de policías locales, como en Medellín, que funcionaban para los narcos, se llamaba el Departamento de Seguridad Ciudadana. Nos tocó desarmarla, era un horror, un instrumento de los delincuentes”.

 

En México, 40% de los 2 mil 457 municipios han sido objetos de amenazas, la fórmula, según el ex vicepresidente, no es otra que eliminar los cuerpos locales infiltrados y dejar a las policías estatales y nacional, así como a las fuerzas armadas donde sean necesarias.

 

 

“Los delincuentes esperan que los estados se cansen de la violencia (…) pero la delincuencia sólo escucha un mensaje y es el del uso de la fuerza legítima del Estado. Cualquier cosa que derrote ese mensaje es una derrota a la democracia y las libertades”

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